martes, 28 de septiembre de 2010

El infierno



No me refiero al de Dante Alighieri, sino al infierno de México: "Cuando digo que quiero las cabezas de mis enemigos, lo digo literalmente. ¡Quiero las cabezas de los hijos de la chingada que mataron a mi hijo!..."
La frase aterradora es de la extraordinaria actriz María Rojo que interpreta a Mari Reyes, esposa del gran capo del narcotráfico José Reyes (Ernesto Gómez Cruz) temido y odiado por los habitantes de un pueblo de Sinaloa donde se desarrolla la película "El Infierno" dirigida por Luis Estrada y estrenada en medio de los fastos del Bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución mexicana.
El infierno es una sátira de nuestra realidad actual. Refleja el México más bronco. El México de las zonas rurales en el desierto norteño, un desierto paupérrimo, empobrecido hasta el hambre, rehén de la narcoviolencia y de la corrupción gubernamental.  
A base de humor negro, nos estremecemos con la crueldad inusitada del cartel de "Los Reyes del Norte". El Benny interpretado por Daniel Alcázar forma parte de los millones de mexicanos que decide irse a Estados Unidos en busca del "sueño americano". Deja en su jacal de madera y piso de tierra a su madre y hermano menor bajo la promesa del envío de dólares. El Benny se va con la bendición de su progenitora. Ella nunca ve los billetes verdes. El hijo no da señales de vida hasta después de 20 años cuando la migra lo deporta.
El Benny es un poema. Vuelve a su pueblo polvoriento San Miguel (N) Arcángel. Su madre envejecida vive en el mismo jacal. Su hermano fue asesinado. Y el panorama del entorno no deja lugar a dudas: el narcotráfico se apoderó del lugar. Las ejecuciones son comunes, la impunidad la constante, la pobreza la misma, los caciques ahora son capos, la delación un negocio, la simulación gubernamental el modas viven di, la corrupción policial y militar endémica, la connivencia nebulosa entre funcionarios y delincuentes el gran negocio; la empresa del clero de las narcolimosnas el sistema de purificación más exitoso de dinero negro, la indefensión de los ciudadanos, la ley de la selva, el sálvese quien pueda...
En el Infierno ninguna institución sale librada porque refleja la realidad lacerante y ominosa de un México herido por la ambición desmedida del poder político. Primero fuimos sometidos al yugo priísta durante 75 años y ahora padecemos los estragos de la tiranía y el despotismo panista.     
Pero el Benny se resiste a entrar a la maquinaria del dinero fácil y permisible que cubre el territorio mexicano. Él es un hombre decente y prefiere trabajar en la vulcanizadota de su padrino. Difícil es sostener convicciones cuando hay hambre y mucho menos cuando la seducción del dinero, el poder y los placeres se le ofrecen en bandeja de plata a un hombre sin futuro.
Su amigo el Cochiloco, un magnífico Daniel Cosío que personifica al norteño medio, al narco de poca monta, sirviente de los peces gordos, es quien convence a su amigo de la infancia para entrarle al "bisnes". Ambos hacen mancuerna para defender el territorio de José Reyes disputado por su hermano gemelo y acérrimo enemigo.  
La fábula resulta ser una auténtica radiografía de nuestro lastimado México. El gran capo ordenando desde su despacho con las fotos que lo exhiben al lado de expresidentes, el Papa y otros personajes de diversa calaña. El capitán Ramírez interpretado magistralmente por Daniel Giménez Cacho, cínico jefe policíaco que prefiere servirle al capo y no al Estado. El Sargento (Dagoberto Gama) sanguinario exmilitar inmisericorde, digno representante de los Zetas. El JR (Mauricio Isaacs) narquillo hijo del gran capo aprendiendo del negocio subestimado y maltratado por su padre, pero amado y defendido por su progenitora: "Si le vuelves a pegar" --- le grita al poderoso capo--- "Te arranco los huevos".  Y no podía faltar la puta, la escultural, hermosa y talentosa Elizabeth Cervantes, víctima de las circunstancias.
El espectador se desternilla de risa, una risa nerviosa,  pasmada, atónita. Seguramente hay carcajadas de culpa por el placer proporcionado a base de sátira fidedigna de nuestro entorno. Son imágenes tan comunes como los asaltos en los autobuses, los abusos en los retenes militares, la desesperanza de jóvenes drogadictos sin futuro, los mausoleos ostentosos de la gente que anda en el bisnes, la religiosidad presente en el día a día del criminal, el empresario gringo del mercado negro de armas, la impunidad con la que viven gobernantes, policías y delincuentes.
El Infierno es un mosaico salvaje de violencia. Es la puritita realidad, cruel, desmedida, feroz, implacable, surrealista. El pozolero que cuece cuerpos en tambos de ácido. El capo que se da el placer de cortar lenguas, cabezas, manos y testículos con motosierra o machete. Las ejecuciones a diestra y siniestra. La tortura como método eficaz para convertir a México ---por mandato presidencial--- en un "país de soplones", dice atinadamente el capitán Ramírez.
Tal vez para un extranjero la película resulte un exceso, un despropósito basado en la ficción. Créanme no es así. Quizá por eso el Cochiloco le dice al Benny, atormentado por la culpa de los asesinatos que el infierno no es exactamente lo mostrado por Dante en la Divina Comedia: "El infierno esta aquí y ahora".  

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