domingo, 25 de marzo de 2012

La visita del Papa Ratzinger

Benedicto XVI / La Visita
El ex religioso presentó ayer en dicha entidad el libro La voluntad de no saber
Víctimas de sacerdotes pederastas acudieron a Guanajuato, aunque no las recibió el Papa
Ratzinger desperdició una buena oportunidad para pedirles perdón, lamentó Alberto Athié
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Cientos de personas esperaron durante varias horas para recibir al papa Benedicto XVI a su llegada a la ciudad de Guanajuato, donde se reunió con el presidente Felipe CalderónFoto Alfredo Domínguez
Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 25 de marzo de 2012, p. 10
Aunque el papa Benedicto XVI no sostuvo ningún encuentro con las víctimas de abuso sexual de sacerdotes, éstas estuvieron en Guanajuato para estar del lado del pueblo y exhibir los delitos del Vaticano en el encubrimiento y protección de curas pederastas.
El ex sacerdote Alberto Athié presentó ayer en esta ciudad el libro La voluntad de no saber, que escribió junto al ex legionario José Barba y el académico e investigador Fernando González, y estuvo acompañado por otras víctimas de abusos sexuales de sacerdotes, acto que reivindicó su presencia durante la visita del Papa.
Joseph Ratzinger desperdició una oportunidad para tener un encuentro con las víctimas y pedirles perdón, reconocer su responsabilidad y decirles que eso no volverá a suceder. Ya no se dio, dijo Athié en entrevista con La Jornada.
La jerarquía católica mexicana se negó a gestionar una reunión entre los agraviados y el Pontífice, con el argumento de que no conocían a las víctimas, según declaraciones del obispo Carlos Aguiar Retes, presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, algo que en realidad forma parte de la política del silencio que la Santa Sede ha sostenido durante décadas, afirma Athié.
Sin embargo, dicha negativa está llena de simbolismos que dejan en claro el mensaje del papa Benedicto XVI en México con respecto a las víctimas de abusos sexuales de sacerdotes: En el caso concreto de Maciel, significa decir que eso ya quedó en el pasado. Se le quiere hacer ver como un delincuente solitario, alguien que actuó por su cuenta y que finalmente no afectó a su orden religiosa.
Nada más alejado de la realidad. Los delitos de Maciel forman parte del presente: En realidad lo que ahora estamos poniendo en evidencia es que la institución que más sabía de los crímenes de Marcial Maciel era el Vaticano, y Joseph Ratzinger.
La Santa Sede lo supo concretamente desde 1956, según consta en los nuevos documentos que fueron dados a conocer ayer en Guanajuato. El informe más importante es el del sacerdote carmelita Anastacio Ballestero, visitador del Vaticano, fechado en 1956, que es una especie de resumen con toda la información sobre actividad delictiva de Maciel: Tipifica todos los delitos, los abusos sexuales a menores, el comportamiento desviado, la relación con algunas mujeres esposas de hombres muy ricos, las adicciones, la mentira permanente, el soborno... Es un documento de 1956, quiere decir que desde ese año estaba tipificada perfectamente la conducta y los delitos de Marcial Maciel. El Vaticano sabía todo desde entonces.
¿Por qué la Santa Sede no hizo nada? Por la razón más antigua del mundo: el dinero, afirma Athié. Marcial Maciel siempre supo manejar sus relaciones con cardenales, siempre supo comprarlos, sobornarlos para tenerlos como protección. La Secretaría de Estado intervino en varias ocasiones para parar el asunto, como lo hizo el cardenal Ángelo Sodano.
La responsabilidad de Ratzinger en el ocultamiento y protección de los delitos de Maciel empieza en 1981, cuando se hace cargo de la Congregación para la Doctrina de la Fe: Cuando surge la denuncia formal ante esa congregación, en ese momento por oficio se debería haber atraído todas las informaciones que estaban en Roma en todos los dicasterios, las que se tenían en México y Cuernavaca sobre Maciel, más la que había en la Nunciatura de Madrid, España. Los primeros que enviaron información sobre Maciel fueron el arzobispo Miranda y el arzobispo Méndez Arceo, junto con cartas e informes.
Ratzinger tuvo una nueva oportunidad en 1998, cuando los ex legionarios acudieron a presentar la denuncia formal: Nunca respondió, retuvo el proceso judicial, hasta que ya definitivamente no le quedó otra que reducirlo al estado laical. Lo hizo para proteger a Maciel y protegerse a sí mismo, porque iba a entrar al cónclave.
Ya como Papa abrió el asunto pendiente para sancionar a Maciel de manera muy débil. La versión de William Levada y Ratzinger fue de que se enteraron de los delitos de Maciel en 2000 o 2002: Es completamente falso. Lo supieron siempre. Bastaba con ver el archivo de Ballestero para fincar su responsabilidad. Fue entonces cuando actuó contra Maciel invitándolo a irse a su casa para hacer oración y penitencia. Es una decisión ridícula. Asimismo, jamás se informó a las víctimas ni se les citó, nunca se les envió carta o escrito alguno. Jamás las recibió. Sólo en 2010 se reconoció a Maciel como auténtico delincuente y en ese momento Ratzinger agradeció a las víctimas haber aguantado tanto tiempo y las felicitó por su perseverancia. Una cosa totalmente ridícula en términos del derecho.
Ahora, dice Athié, el Vaticano pretende cambiar la historia haciendo pasar a Benedicto XVI como una especie de víctima: Nos lo presentan ahora como una especie de medio mártir de esta causa. Nos quieren hacer creer que no ha dejado de actuar. Es falso. Él es el responsable del encubrimiento y protección a Marcial Maciel y tiene que responder tarde o temprano, no sólo institucionalmente, sino de manera personal.

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