domingo, 7 de agosto de 2011

Cuando los Zetas son los policías



Dos días después de tomar posesión, Flores Carrales fue encañonada por sus agentes
La alcaldesa de Escobedo, NL, logra depurar policías luego de seis atentados
Los uniformados querían seguir vendiendo estupefacientes en las calles, narra la funcionaria


                             La alcaldesa Clara Luz Flores con siete meses de embarazo. Foto: Sanjuana Martínez 

Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 7 de agosto de 2011, p. 7
Desde el principio, Clara Luz Flores Carrales supo que tenía el enemigo en casa. Dos días después de tomar posesión como alcaldesa de Escobedo fue encañonada por sus policías, con armas largas de uso exclusivo del Ejército. La amenazaron. Querían seguir trabajando con Los Zetas, vendiendo drogas en las calles de uno de los municipios más pobres de Nuevo León. Ante su rotunda negativa llegaron seis amenazas más. La última: una bomba molotov hizo estallar la camioneta de su escolta hace una semana. Pensé en el futuro, en este niño que va a nacer. Dije: No quiero esto para él ni para los habitantes de Escobedo.
Clara Luz tiene un embarazo de siete meses. Toma agua. En la calle, 38 grados centígrados. Su estado le provoca sofoco. Busca un lugar tranquilo y climatizado para sentarse. Los protocolos de seguridad aplicados por sus escoltas le exigen ir cambiando lugares de reunión, formas de desplazarse, rutinas, horarios, logística. Su vida ha cambiado por las amenazas. Entra a un café, elige una esquina y empieza a hablar de manera tranquila y con aparente normalidad. La procesión va por dentro: Lo primero que hice fue pensar en él. Empecé a sentirlo. Se movía. Noté sus pataditas y pude respirar aliviada.
Tiene 38 años y más de una década en el servicio público. Es priísta. Cuenta el camino tortuoso, lleno de machismo, que le tocó vivir para llegar a la alcaldía de un municipio plagado de zetas. El caso de Escobedo exhibe claramente el error de una narcoguerra, declarada sin la depuración de las corporaciones policiacas.
Usa una blusa sin mangas, estampada en flores y pantalón blanco. Ríe nerviosa. Sus manos expresan indignación, sus ojos brillan por el coraje, por la impotencia.
¿Qué les pasa? Pensaron que iban a seguir operando libremente en mi municipio. Se equivocaron. Me asusté. Mentiría si dijera que no. Pero el miedo no me paraliza. Al contrario, me hace actuar. Yo quería ser presidenta municipal para arreglar lo que no me gusta. Y lo voy a arreglar. Voy a seguir.
Pertenece al grupo del 5 por ciento. De los 2 mil 440 municipios que existen en México, sólo 5 por ciento están gobernados por mujeres. Veinticuatro alcaldes han sido asesinados durante el sexenio de Felipe Calderón, hay dos desaparecidos y varios han resultado heridos durante atentados. Otros tantos han decidido irse, dimitir.
No voy a renunciar, advierte Clara Luz con vehemencia. Al contrario, lejos de que me hayan atemorizado lo que han provocado es que tenga más ánimo para seguir haciendo lo que estoy haciendo y mucho más. Los ciudadanos ya estamos cansados de la violencia, ya no queremos vivir lo que estamos padeciendo.
Hostil bienvenida
Desde hace año y medio empezó a tratar de cambiar la manzana podrida, luego de que sus policías la encañonaron con armas largas, sin licencia. Exigió un recuento de los elementos. Pidió el rol de patrullas. No se lo dieron. Pidió la nómina y le proporcionaron una lista sin la identificación de cada elemento. En ese momento supo que no había fotos de los policías activos. Les mandé un fotógrafo a la hora del cambio de turno. Los policías lo corrieron a punta de pistola. Luego volví a mandarlo con el Ejército. Ese día se fueron 23 agentes.
El siguiente paso fue empezar a tomar el control de la policía. La depuró. Había 310 elementos. Despidió a 98 por ciento. Hubo un momento en que me quedé con 60 policías, pero me di cuenta de que tenía que correrlos a casi todos. Tal vez cometimos una injusticia con alguno, pero estaba claro: gobernaba o dejaba a la policía corrupta.
Nombró a Fernando Castillo Sauceda secretario de Seguridad Pública. Su primera decisión fue quitar las patrullas a un grupo de policías sospechosos. La respuesta no se hizo esperar. Un grupo de sujetos, que se identificaron como zetas, interceptaron a un familiar de Castillo Sauceda y lo amenazaron. Tenía pocas horas de haber asumido el cargo. Renunció.
Luego nombró al general Hermelindo Lara. Entonces, Clara Luz se enfrentó a un motín policiaco. Se pusieron en huelga y le advirtieron que no iban a trabajar, porque tenían miedo de salir a la calle. “Los reuní y les dije: ‘El que nada debe, nada teme’. Les comenté que era necesario trabajar y que quien no quisiera se podía ir.”
Poco a poco los policías corruptos se fueron o los despidieron. Nos dimos cuenta de que no era una policía profesional. Había agentes que no habían terminado la primaria, no sabían leer ni escribir. La primera instancia con que el ciudadano se enfrenta ante la injusticia es la queja contra el policía. La justicia no es solamente jueces y tribunales. También es un agente mediador, conciliador, que pone orden, que previene. ¿Qué justicia podía impartir un policía sin haber estudiado la primaria?
Entre los que se fueron estaba el coordinador de la policía municipal, José Antonio Martínez Silva, El Comandante, detenido el 4 de agosto, reclutando policías para labores de halconeo. Fue detenido por la Marina y confesó que él y sus estacas llevaron a cabo el último atentado contra la alcaldesa. También arrestaron a Gerardo Alejandro Rojas Hernández, uno de los autores materiales del ataque.
El Comandante está identificado como uno de los principales sicarios de Los Zetas. Fue secretario de Seguridad Pública de la anterior alcaldesa, Margarita Martínez López, priísta seriamente cuestionada por delitos de corrupción y connivencia con la delincuencia organizada. Silva fue policía y mando en el gobierno anterior. ¡Imagínate! Como ejemplo de lo que había sólo te digo que Fernando Torre Cueva, el más reciente secretario de Seguridad, enfrenta una averiguación ante la Procuraduría General de la República y está prófugo. Entonces, ¿qué podía esperar de los policías con rango inferior?
La trama es aún peor. Torre Cueva fue jefe policiaco con la alcaldesa Martínez López y después nombrado director de Metropol, durante la administración del gobernador José Natividad González Parás. Continuó trabajando en el gobierno de Rodrigo Medina, hasta que la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada lo identificó como integrante de Los Zetas. Actualmente está prófugo y las autoridades ofrecen una recompensa de 5 millones de pesos a quien proporcione información que ayude a aprehenderlo.
Clara Luz sabía que al llegar a su puesto tenía que demostrar autoridad, disciplina y, lo más importante, decencia. Sentí impotencia al encontrarme con una policía casi totalmente corrompida. Eran los míos quienes me sacaban las armas. Se supone que debían tener respeto por mí. En ese momento pensé: Si no hago algo, ellos van a creer que yo no soy su jefa. Allí entendí que la policía era el problema más grave y me dediqué a depurarla 100 por ciento, porque mi formación municipalista me dice que sin un órgano de control no puedes ejercer la autoridad. Entonces, si no iba a tener la policía o si iba a ser mi enemiga me tenía que cuidar de mi gente y no iba a gobernar.
La limpieza
Desde que llegó a la alcaldía ha dedicado 50 por ciento de su trabajo a la seguridad. Escobedo forma parte del área metropolitana de Monterrey, y pasó a ser un municipio-dormitorio con decenas de nuevas colonias y gente de clase media y pobreza extrema. Es una de las áreas más marginadas y violentas, donde regularmente se reportan ejecuciones, secuestros y balaceras; tanto, que la gente le llama Escomiedo.
Clara Luz quiere desterrar el estigma y dice combatir el origen del problema.Los Zetas estaban acostumbrados a desplazarse y operar libremente por el municipio, pero dice que eso ha ido cambiando. La policía permitía antes que esas personas transitaran libremente por el municipio, y eso hizo que ellos estuvieran a gusto. Pero si la policía no lo permite, ellos buscan irse a otro lugar. Y si en otro sitio les ponen trabas, tal vez intentarán regresar al mío. Yo lo que tengo que hacer es cuidar que no vuelvan.
Para ello ha enfrentado las consecuencias de la depuración policiaca. Algunos elementos despedidos se ampararon. En algunos casos hay jueces federales que han ordenado su reinstalación. Los contrato y en el siguiente momento los corro otra vez. Son policías corruptos. Es parte de mi responsabilidad, de mi ejercicio como autoridad. No voy a cambiar en eso ni aunque los jueces los protejan.
Poco después de la primera amenaza, proveniente de sus policías, Clara Luz recibió la segunda. Una llamada a su teléfono particular, que su chofer contestó. Un sujeto identificado como zeta le dijo que ellos querían seguir trabajando igual que antes. “Le señalaron que me pasara el recado, que si no quería tener ningún problema debería dejar la policía como estaba. Lo que hice fue cambiar de número.
No volvieron a llamar. Entendieron que la única comunicación que iba a tener con ellos era de autoridad a delincuentes.”
La siguiente amenaza llegó a los pocos meses. En mayo del año pasado atentaron contra el general Lara. Cuatro camionetas le dispararon más de mil 200 veces. El tercer aviso fue el secuestro de su hijastro. Le exigían que suspendiera la depuración policiaca. La cuarta fue directa. Su camioneta fue interceptada por un comando, pero afortunadamente sus escoltas pudieron esquivar el ataque. La quinta fue a través de la vigilancia de un halcón, quien trabajaba en la misma presidencia municipal y daba cuenta de cada movimiento.
Clara Luz no descarta que en el atentado más reciente esté involucrada su gente: Nunca una corporación será 100 por ciento honesta. El alcalde, gobernador y presidente que diga que está limpia al 100 no dice la verdad. Siempre va a haber alguien, como en cualquier grupo humano. Por eso a los policías hay que inculcarles valores todos los días. Decirles lo mucho que van a perder si se unen al crimen organizado. Tenemos que buscar que no lo hagan, y si lo hacen despedirlos inmediatamente para que los demás sepan que aquí no se permite la connivencia.
El mensaje del atentado lo ha analizado con su equipo. El ataque vino porque hemos trabajado contra ellos. No están actuando libremente. Ellos le apuestan y siempre lo hacen al temor de nosotros como ciudadanos. También al miedo de las autoridades. Quieren que tenga miedo de seguir haciendo lo correcto. Es parte del proceso y de la gobernabilidad. Tendré que cuidar que los ciudadanos de Escobedo vivan tranquilos. Ese es mi trabajo.
Ahora tiene 296 policías, más equipados, profesionalizados. Les otorgaron becas de estudio, les mejoraron los salarios. Hay que entender que la policía municipal es netamente preventiva. No debe ser coercitiva. Hicimos un proceso significativo de cambio, con disciplina y valores.
Tiene claro que se requiere mucho trabajo. El ataque más reciente fue en plena actividad. Después de la explosión de la camioneta continuó sus labores y se fue a un acto esa tarde. Afortunadamente no murió nadie. Todos estábamos bien. Tenía que seguir, la vida continúa. Se toca el vientre abultado y dice: Ahorita está aquí conmigo. Lo traigo, lo llevo, pero imagínate que hubiera tenido que cargar con él para ponernos a salvo. No quiero eso para este niño, para ningún otro ni para nadie. Quiero que estemos como antes, cuando salíamos y nos la pasábamos jugando en la calle, cuando los papás no se estresaban por las balaceras.
Clara Luz confiesa que será difícil, pero no imposible. Para cumplir su principal objetivo se reúne dos o tres veces al mes con todos sus policías. Ahí intecambiamos compromisos. Nos confirmamos lealtades.

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