viernes, 29 de abril de 2011

Unidos por el ADN...

Son más los ausentes denunciados que los cuerpos hallados: Forense de Tamaulipas
Vale más saber lo que sea, clamor de familiares en busca de desaparecidos
La gente lleva las fotos de sus parientes con el propósito de apresurar la identificación Foto Sanjuana Martínez

Matamoros, Tamps. Las cifras no coinciden: 177 cadáveres y 280 muestras de sangre. Hay más desaparecidos denunciados que cuerpos encontrados en las narcofosas, y la Procuraduría General de la República (PGR) ha dejado de cavar, sin importar la diferencia en los números. De los recuperados, el químico forense, Francisco Zenón Rodela Esqueda, sabe que habrá cotejos exitosos. Vivos y muertos están unidos por la genética. Desde hace 12 días toma muestras de sangre mediante punción venosa a unos, y extrae dientes, cabello, huesos y restos hemáticos a otros. Al final, será el ADN el que reúna nuevamente a los muertos con sus familiares.
Rodela está encargado del laboratorio de la Unidad de Servicios Periciales, insuficiente para las 345 personas que se han acercado a pedir información. Esta mañana hay una fila inmensa. Un señor que busca a su hijo desaparecido desde noviembre del año pasado es el siguiente en turno. Se sienta frente al escritorio. El químico forense hace que extienda el brazo y le coloca una liga alrededor de la extremidad para hacer un torniquete. Busca la vena cubital, palpa con el dedo índice, limpia con alcohol e inserta la aguja. Extrae la sangre, la deposita en el tubo de muestra, voltea y explica: Fue impactante a simple vista ver los cuerpos. Créame que trato de bloquearme al salir de mi trabajo, de distraer mi mente; quiero pensar en otra cosa, pero no puedo, dice mientras aprieta la vena para evitar un hematoma.
Durante las últimas dos semanas el servicio ha estado saturado. La mayoría son padres o hermanos de las víctimas. Se desahoga. En 12 años es la primera vez que me toca esto. Si acaso hacía una muestra de sangre al mes por calcinación o por ahogamiento en el Río Bravo, pero no por violencia de este tipo. Es algo desesperante porque toda la gente está esperando tener noticias de sus seres queridos.
Durante este tiempo ha sido duro ver a personas llorando en silencio, gente que se quiebra y se vienen abajo mientras les saca sangre; pero el trabajo con los otros, con los muertos, fue lo más difícil de su carrera forense, especialmente el impacto inicial de los cuerpos desenterrados. Y luego la obtención de muestras. Fue extrayéndoles cabello, huesos (el fémur) o algún diente. A cada uno le dio un número y un expediente que incluye la descripción de la ropa que usaban y las señas particulares: La mayoría tenía cabello, pero algunos son hombres maduros, calvos; otros estaban en muy avanzado estado de descomposición.
A simple vista fue difícil intentar determinar las causas de la muerte o el nivel de tortura. Algunos tenían el tiro de gracia o varios disparos en la cabeza, otros presentaban fracturas en el cráneo, lo que hace suponer que murieron a mazazos.
Es lo más difícil que me ha tocado hacer en mi vida, insiste el químico forense sin poder reponerse aún del impacto. Las muestras serán enviadas a un laboratorio central en Ciudad Victoria, donde biólogos especializados en estudios genéticos extraerán el gen correspondiente para la investigación del ADN. Una muestra única se lleva 24 horas y los resultados tardarán varias semanas. La incertidumbre continuará.
Los tatuajes
Afuera de Servicios Periciales la gente sigue su particular búsqueda. El primer cuerpo identificado sin necesidad de las pruebas genéticas fue el de Gonzalo García Casanova. Tenía un tatuaje en el pecho y otro más en la espalda con el nombre de sus cinco hijos. A doña Irma, su madre, le tocó identificarlo en las fotografías. El golpe emocional fue tan duro que se desmayó: Es él, alcanzó a decir antes de caer.
La auxilió la oficinista Gabriela Luna, quien ha tomado decenas de declaraciones junto a otros seis compañeros. Tiene 26 años y dice que lo más doloroso ha sido ver el sufrimiento de la gente: Todas las noches me las paso soñando. Me quiero dormir y me despierto a cada rato con pesadillas. Parece que esto nunca va a acabar. Un día atendemos a 100, el otro a 90 y luego a 120... Es muy triste. Nos hemos dado cuenta que la gente no denuncia la desaparición de sus seres queridos por miedo, sólo 20 por ciento lo hace. Ya no confían en las autoridades, no saben a quien acudir...
La desorientación de los familiares es ocasionada por la falta de protocolos oficiales en torno a las desapariciones forzadas. La gente no sabe si debe denunciar en cada estado o acudir a una instancia federal: Lo malo es que no existe un registro nacional de desaparecidos. Es un gran problema a la hora de cotejar los datos.
Quienes conocen los tatuajes de sus desaparecidos tienen una ventaja. Doña Olga Arreola trae una foto para mostrar que su hijo desaparecido tenía como unos 15 tatuajes: un cholo con una escopeta al frente, una águila en la espalda junto a un Aladino saliendo de su lámpara; en los brazos, una mujer desnuda con rosas rojas y una pantera. En las piernas, una mujer india y una cruz con un listón, y en el tobillo el nombre de Miriam. Desapareció hace cuatro meses. Un día salió de su casa en Matamoros y ya no regresó. Su madre no ha dejado de llorar desde entonces: Es muy duro no saber nada de él. Hasta ahora me animé a venir. Vale más saber. sea lo que sea.
Búsqueda interminable
Las historias se acumulan, la gente sigue llegando con la esperanza de encontrar o no encontrar. La duda genera confusión hasta la náusea y Juana, al entrar al edificio de la Procuraduría, se desvanece por el tumulto, por el olor a muerte. La cara pálida, las manos heladas, la mirada perdida. Se agarra del brazo de Georgina, madre de otro desaparecido que la acompaña. Acaban de llegar de Ciudad Valles, San Luis Potosí. Salieron con lo puesto.
Abre la mano izquierda y muestra una foto tamaño infantil de su esposo Benito Barrios Garcés de 47 años. Se limpia las lágrimas. Dice que tienen cinco hijos. Qué no come, no duerme. La última vez que lo vio fue la noche del 1º de abril cuando se subió a un autobús Frontera camino a Río Bravo: Cada año se venían a trabajar un mes y medio. Luego volvían y traían dinerito. Oímos que andaban secuestrando autobuses, pero no medimos el peligro: como el gobierno no dice nada, nunca nos imaginamos... Estamos desesperadas, dice sin poder contener un profundo sollozo.
No te pongas mal, la consuela Georgina tomándola de las manos. Ella también llora. Su hijo, El Güero, César Omar Martínez Ortiz, de 33 años, acompañaba a Benito. Ambos iban a trabajar en los riegos. Son concuños: “Le dí la bendición. Me dijo: ‘luego vengo mamá’. Después supimos que no había llegado el autobús. Imagínese. Está casado, tiene tres niños y una niña. Me la paso pensando en él. Tristeando”.
Ambas saben que la Procuraduría General de Justicia de Tamaulipas considera que de los 177 cuerpos recuperados en 34 fosas, 122 podrían ser pasajeros de autobuses secuestrados por Los Zetas en marzo y abril. Posiblemente dos cuerpos con un número de expediente forense pasarán a tener nombres y apellidos. Georgina lo admite y dará una muestra de sangre para el ADN. Pero Juana no se resigna. Prefiere pensar con el corazón:Primeramente Dios y la Virgen nos los van a devolver con bien.

En la ruta de la muerte...

Narcoviolencia
En la ruta de la muerte
“Hay ejidos en los que (Los Zetas) acabaron con los hombres”
Desde hace años, secuestros de personas que viajan en autobús
Los transportistas callaron para no cubrir seguros

Amenazas y miedo impiden a los habitantes de San Fernando presentar quejas Foto  Sanjuana Martínez

Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
San Fernando, Tamps. No hay consuelo que pueda mitigar el dolor por un ser querido desaparecido. Y María Mercedes lo sabe desde hace nueve meses, cuando Los Zetas secuestraron a su marido, José Ana Loza López, de 93 años, en su rancho Tres Ases, del ejido Santa Teresa, ubicado en este municipio: Lo queremos encontrar aunque sea muertito. Necesitamos sepultarlo, llevarle flores, rezarle una oración.
Tiene 72 años, va vestida de negro y acaricia la foto de quien fue su marido durante 50 años. Íbamos a celebrar las bodas de oro. Teníamos todo preparado para la fiesta. Sonríe sin poder evitar el llanto. Durante meses intentó interponer una denuncia, pero las amenazas y el miedo se lo impidieron. Esta vez está decidida. Sabe que más de 400 personas han acudido a buscar a sus familiares. La acompaña su hijo José Francisco. Él se someterá a las pruebas de ADN para saber si alguno de los 149 cadáveres encontrados en las narcofosas de esta ciudad, punto neurálgico de la llamadaruta de la muerte, corresponde al de su padre. Ambos inician un sendero de búsqueda postergado pero deseado.
Exterminio masculino
Para llegar al Servicio Médico Forense de Matamoros hay que tomar la carretera, una llanura verde del Golfo de México sembrada de sorgo, maíz, frijol, algodón, girasol, soya y trigo. Entre Ciudad Victoria y Matamoros hay cientos de brechas, ranchos y ejidos, escenario, desde hace dos años, de la lucha del cártel del Golfo y Los Zetas por el control de la plaza.
¿Cuántas narcofosas hay en este tramo? El recuento de los hechos en los últimos años ofrece un panorama sombrío para contabilizarlos. Los de la última letra del abecedario, como se les conoce aquí, se fueron adueñando de ejidos completos. Primero se apoderaron de ranchos, casas, tiendas y negocios, y ahora controlaron la actividad económica de la zona: agricultura, ganadería y pesca de camarón en la Laguna Madre, el lago hipersalino más extenso del mundo, el cual es utilizado también para la introducción de droga.
Luego empezaron a secuestrar a diestra y siniestra, y a asesinar impunemente. Hay ejidos donde acabaron con los hombres. Ya no hay jóvenes de 14 años en adelante, dice Carmen sin levantar la mirada, apenada por sus lágrimas. Acompaña a su madre, Matilde Escalante, de 83 años. Ambas hablan bajito, temerosas. Son del ejido Francisco Villa. Perdieron a cuatro miembros de su familia el pasado diciembre. Primero vinieron por Pánfilo Vázquez, de 50 años, dueño de una refaccionaria. Al día siguiente se llevaron a su hijo mayor, y luego volvieron por los otros dos vástagos:Mi hijo y tres nietos. San Fernando se va a quedar desierto con tanta gente desaparecida.
Por miedo a que se llevaran a más personas de su familia nunca denunciaron. Desistieron al comprobar que la autoridad estaba coludida. Pero al descubrirse las narcofosas y ver tanta gente animada a buscar a sus seres queridos, decidieron hacerse las pruebas de ADN. Nuestro corazón pide que no aparezcan, pero si nos entregaran sus cuerpos por fin descansaríamos, afirma Matilde, limpiándose las lágrimas de sus ojos grises, dañados por las cataratas.
Las calles de San Fernando lucen desiertas. Hay decenas de negocios visiblemente abandonados. Los edificios de la policía y de la procuraduría de justicia están cerrados con candados. Tienen meses sin personal. Los únicos 16 policías que quedaban fueron arraigados. La ciudad está cubierta por halcones que, celular en mano, comunican la llegada de cualquier forastero, el paso del Ejército y la policía.
La connivencia entre crimen organizado, autoridades municipales y policías fue siempre un secreto a voces. El alcalde priísta Tomás Gloria Requena prefirió el silencio ante las matanzas. A pesar de la inseguridad no lleva escolta ni tampoco su secretaria particular, Esther Rodríguez Campos, quien prefiere no hacer declaraciones a la prensa, con el argumento de tenerbajo perfil y estar muy ocupada.
La plaza principal está desierta a las tres de tarde. El párroco de la iglesia solicitó su traslado hace siete meses.Rezo por los buenos y por ellos, porque si ellos no tienen corazón, yo sí, expresa Marisela, de 41 años, acompañada por su hija pequeña. Continúa: “Desde que llegaron se fue acabando el pueblo. Terminaron con los negocios y, claro, eso afecta económicamente a todos. Y lo otro. No hay quien no tenga a un familiar o conocido levantado. Aquí ha de estar lleno de narcofosas, no sólo por los que se llevan de aquí y por los que secuestran al cruzar San Fernando, sino por los de los autobuses. Tienen años haciéndolo, pero nadie quiere decir nada”.
Camino sin retorno
La carretera entre Matamoros y Ciudad Victoria está casi vacía. Los Zetas han logrado limpiarla de vehículos a base de robos y secuestros, al más puro estilo bandolero. El letrero de La Joya, ubicado entre el ejido Vergeles y Francisco Villa, anuncia la senda de las últimas narcofosas.
Asaltar aquí es lo más fácil del mundo. Los convoyes de camionetas de Los Zetas salen a los viajantes desde las brechas durante el día y la noche. No hay policía ni Ejército, mucho menos Marina. Así han estado desde hace más de dos años. Las empresas de autobuses Ómnibus de México, ADO, Estrella Blanca, Noreste, Grupo Senda y otras callaron para no pagar el seguro a cada viajero, que puede superar 120 mil pesos. El silencio ominoso finalmente no afectó sus intereses. Siguieron vendiendo boletos y transportando viajeros que nunca llegaron a su destino. Hay 400 maletas en la Central de Autobuses de Matamoros no reclamadas y así están las de Reynosa, Valle Hermoso, Miguel Alemán, Nuevo Progreso, Nuevo Laredo.
Ellos nunca llegaron a su destino. Eran 47. Iban a Houston a trabajar. Desaparecieron con el chofer. Venían de Ciudad Valles. Tomaron el autobús de Pirasol y lo encontraron abandonado en la carretera de San Fernando. Quien habla es Martina Ortega Huerta, hermana de José Martín, uno de los desaparecidos el 17 de marzo del año pasado. Está acompañada por su padre y familiares que viven en la zona, quienes pretenden llevarlos a las pruebas de ADN. Mi mamá murió de pura tristeza. Se le cargó mucho. Se nos fue sin volver a verlo.
Los municipios en este tramo de carretera están igual que San Fernando. No hay autoridad municipal, estatal ni policía. La única ley que impera es la de Los Zetas, que van secuestrando, violando, matando y exigiendo a los habitantes que abandonen sus casas y el lugar. En Jiménez la gente que quedó, particularmente hombres mayores que no están dispuestos a dejar su patrimonio, fue encerrándose. Hace un año apareció una manta después de meses de terror: Gente, salga de sus casas. No tenga miedo. Nos vemos después de Semana Santa.
María Teresa, de 41 años, nació en este lugar y aún no puede creer en lo que se ha convertido su pueblo: “Aquí tiene que haber más fosas que en San Fernando. Durante meses hubo balaceras entre ellos (Los Zetas y cárteldel Golfo). Después de horas levantaban los muertos de las calles. Nomás veíamos las trocas con las cajas repletas de cadáveres. ¿Dónde están esos y los cientos de levantados? En tres meses conté 75 desaparecidos, personas conocidas y vecinos. A mi primo se lo llevaron nomás porque sí. Los usaron como escudos humanos en los enfrentamientos”.
Cuenta que en el Ejido 13 y la Misión tienen auténticos campos de entrenamiento. Las montañas y la zona del palmar son utilizadas como madrigueras: “Cuando llegaron, hace dos años, pusieron una manta, en la cual decían: “Sálganse de sus casas. Tienen una semana. El que se quede es del cártel del Golfo”. Convirtieron el pueblo en un búnker. Los dos bandos son malos, porque ambos matan gente. Estamos desesperados”.
Punto cero
María Mercedes entra finalmente al edificio de Servicios Periciales de la Procuraduría de Justicia de Matamoros, para interponer una denuncia por la desaparición de su esposo José Ana Loza López. Camina con dificultad, se apoya en su hijo José Francisco. La fila es inmensa. No hay ni un letrero ni personas que expliquen a los familiares de los desaparecidos los pasos a seguir. Una unidad móvil de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos permanece afuera, con tres empleados sentados dentro del vehículo. En cuatro días se han presentado 400 denuncias en un completo caos, sin suficiente personal ni atención debida. A la angustia, dolor e incertidumbre se une el desconcierto. Vienen de Oaxaca, Zacatecas, Guerrero. El olor a muerte que expide el Servicio Médico Forense, donde aún está la mitad de los 145 cadáveres, resulta insoportable.
Con la escena, a María Mercedes le da un vuelco el corazón. Se seca las lágrimas. Somos muchos, dice con voz entrecortada. Las fotos de desaparecidos tapizan el cristal de las oficinas. El silencio es estremecedor. La gente murmura. Tiene miedo. No quiere contar su historia a los empleados ministeriales, pero es el sistema exigido para luego pasar a la toma de sangre para el ADN.
Nosotros estábamos tan felices, comenta María Mercedes, quien intenta reponerse con una sonrisa discreta. No hay en su discurso ningún signo de coraje o rencor contra los que se llevaron a su marido: En un segundo me cambió la vida. Llegaron al rancho en cinco camionetas. Se bajaron como nueve pelados y entraron a la casa. A mí, me tiraron al suelo. A mi nietecita le arrancaron una cadena con la medalla de la Virgen. Le dejaron el cuello enrojecido. Querían llevarse todo. Mi esposo estaba sentado afuera, en las escaleras. Y al salir lo agarraron y se lo llevaron. Con 93 años estaba bien de salud y le gustaba mucho bailar polka, redoba y hasta huapango. Era muy alegre. Le hicieron su corrido. Todavía bailábamos. Siempre fue buen padre. Tuvimos cinco hijos. A todos les puse José, como él, y un segundo nombre. Tenemos 15 nietos y cuatro bisnietos. Quiero que lo entreguen, casi estoy resignada. Dios sabe lo que hace.
Al día siguiente del secuestro pidieron rescate. Querían millones de pesos. Batallaron para juntarlos, pero finalmente se los dieron: Fuimos y les dejamos el dinero, pero no nos lo entregaron, cuenta José Francisco, con los ojos humedecidos. “Pusimos la denuncia en Ciudad Victoria y el mismo ministerial nos dijo: ‘Vale más que dejen de chingar. Ustedes síganle y se los va a llevar la chingada’. Salimos amenazados.”
Afirma que, después de acudir a la policía, dos supuestos rescatistasfueron a su casa, a ofrecer sus servicios, a cambio de mucho dinero.Primero vino uno y dos días después otro. ¿Cómo supieron dónde vivíamos? Policías y secuestradores son los mismos. Finalmente quedó el rancho. Casi no vamos. Pero no me hallo. Desde niño, subido al tractor. Cuidando la tierra y sembrando sorgo. ¿Y ahora?
"Entre los pasos a seguir para buscar a un desaparecido hay que ver un álbum de fotografías de cadáveres. María Mercedes se aferra al recuerdo y acaricia la foto que, desde que salió, la acompaña. En ese retrato, José Ana Loza López tiene aún 93 años. Usa sombrero vaquero y está de pie, sonriendo entre el sorgo que durante décadas cultivó en San Fernando. Es la imagen que quiere guardar de su compañero de vida. Lo demás es el horror de la realidad.

lunes, 11 de abril de 2011

Casinos: ludopatía y lavado de dinero

La violencia por la guerra al narco no distrae de su adicción a ludópatas regiomontanos
Monterrey: un oasis del lavado de dinero mediante el auge de casinos
La ciudad, el principal centro de blanqueo: EU
Estancada, la propuesta de reforma legal

Los casinos ofrecen a sus clientes juegos en máquinas tragamonedas de las mejores marcas. Imagen de archivoFoto Germán Romero /Cuartoscuro.com
Sanjuana Martínez


Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 10 de abril de 2011, p. 5c

Monterrey, NL. Son las siete de la mañana y la luz del día empieza a clarear en el estacionamiento del Casino Revolución, uno de los más de 50 centros de apuestas y juegos que existen en Monterrey, considerada Las Vegas de México. La gente acude desde temprano a divertirse. Algunos no se han ido a casa. El casino permanece abierto las 24 horas y tiene todo para que sus clientes se sientan confortablemente en un lugar seguro.

Pero la guerra también toca a los casinos, negocios utilizados para blanquear dinero procedente del tráfico de drogas. Atentados y asesinatos en los centros de juegos se han vuelto cotidianos debido a su relación con la delincuencia organizada. El pasado 4 de abril este casino fue atacado por un comando que lanzó una granada y ráfagas de metralleta: una persona resultó herida, ocho sufrieron crisis de histeria y dos vehículos fueron incendiados, uno ardió en su totalidad.

Los hechos, sin embargo, no han afectado la afluencia de clientes que a esta hora de la mañana están apostados frente a una máquina tragamonedas esperando un golpe de suerte, el premio añorado o acariciando la fantasía de hacerse rico. En otros casos, en cambio, los clientes asiduos viven una auténtica obsesión y ansiedad producto de la ludopatía, padecimiento con alta incidencia en la entidad.
El problema crece y es tan grave que la Cámara de Diputados acaba de exhortar a la Secretaría de Salud a intervenir para combatirlo, creando programas de prevención y atención a ludópatas, pues existen daños irreversibles en la calidad de vida de las personas y sus familias.

Vengo a jugar todos los días, pero no soy una ludópata, dice Laura, de 58 años, soltando una carcajada mientras oprime los botones de la máquina de tres rieles, una de las zonas más rentables del casino que exige comprar tarjeta con un mínimo de 200 pesos. Juego por diversión, no por adicción, aclara a la defensiva.
Las luces multicolores de las tragamonedas y la penumbra del lugar con apenas luces suaves y de neón ayudan a los jugadores a no sentir el paso de las horas del día y a entretenerse con más de 90 juegos en las mejores marcas: Williams, IGT, Cadillac Jack, Atronic, Merkur, Casino Technology, Shuffle Master, Aristocrat, Novomatic, CGi, Alfastreet, Bluberi, Betstone, Zitro, Metronia, Digideal y Lightning Poker.

Casi nadie reconoce ser ludópata. La negación es constante, dice en entrevista con La Jornada Ramón Antonio Lara López, director del Centro de Investigación y Tratamiento de las Adicciones AC, especializado en problemas con el juego, al señalar que en Monterrey la ludopatía ha crecido al ritmo del aumento de casinos: entre 50 y 60 por ciento.
No existen cifras de ludópatas en México. Algunos de los casinos tienen un departamento de juego responsable que advierte a sus clientes de los riesgos de la adicción, pero la mayoría prefiere no mencionar la palabra ludopatía. El ambiente del casino está lleno de sugestivas ofertas de premios y diversión. El salón de póquer, el bingo y las promociones irresistibles para seguir gastando dinero.

Hoy me recupero, comenta un hombre con pelo entrecano sin apartar la vista de los símbolos de las máquinas con su compañero de juego. Al recorrer los pasillos del casino el sonido explosivo de las tragamonedas puede ensordecer a cualquiera, pero a los jugadores compulsivos les reconforta. Hay dos restaurantes yshows en vivo de fara fara norteño y rock, con alimentos y bebidas de cortesía. El casino se convierte en el hogar para algunos, en el infierno para otros y en el medio ideal para todos de lavar dinero.
Sin control

Desde hace 15 años el gobierno de Estados Unidos considera a Monterrey como el principal centro de lavado de dinero. El Estudio Binacional de Bienes Ilícitos México-Estados Unidos señala que entre 19 mil y 29 mil millones de dólares producto de la venta de drogas son introducidos al año al país para su blanqueo.

Las proporciones del problema sin atender debidamente por el Estado son tan grandes que la misma Asociación de Permisionarios de Juegos y Sorteos reconoce que la delincuencia organizada tiene operaciones de lavado de dinero en 40 casinos del norte de la República.
Ha habido un gran incremento en la instalación de casinos en México, dice en entrevista Juan Ernesto Sandoval Villarreal, tesorero de la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo (Concanaco), al señalar que en 2007 en Nuevo León había 23 casinos y actualmente hay más del doble en 12 municipios. Son una fuente de ludopatía y del fenómeno de lavado de dinero. La autoridad debería investigar que no estén ligados con la delincuencia.

La Ley Federal de Juegos y Sorteos tiene 63 años y es considerada obsoleta por la propia Secretaría de Gobernación, que acepta la vulnerabilidad ante la corrupción y el lavado de dineroEs necesario crear un nuevo marco jurídico para evitar discrecionalidad e ilegalidad, señaló Juan Bosco Martí Ascencio, titular de la Unidad de Gobierno de Gobernación.
La proliferación de casinos en Monterrey sucede al ritmo que permiten la opacidad y el tráfico de influencias en la venta de permisos federales por millones de dólares. Un inversionista estadunidense comentó que le ofrecían 10 permisos de casinos por 18 millones de dólares. El estado y los municipios carecen de facultades para regular y controlar los casinos que inmediatamente obtienen amparos federales para su operación violando leyes locales, algo que urge corregir, según Sandoval Villarreal: Es muy lamentable y estamos contra ese tráfico de permisos. Son montos muy elevados y no podemos esperar nada bueno de esto. Se va a saturar el mercado y si los empresarios están invirtiendo esas cantidades las querrán recuperar y finalmente quien viene pagando son los clientes en detrimento de las familias.
Las transacciones financieras en los casinos sin recibo ni comprobantes de por medio generan el lavado de dinero. Algo sintomático es que la Concanaco no tiene afiliados con este giro: Hay muchas lagunas legales. La propuesta de reforma de la ley lleva años estancada. Los permisos los proporciona la autoridad federal. Los estados y los municipios han tenido batallas y todas las han perdido. Con la situación de inseguridad y que este tipo de negocios están ligados a la delincuencia, la autoridad en muchas de las ocasiones prefiere no actuar y deja que los casinos funcionen.

Entre los beneficiados de los permisos para 450 casas de apuestas otorgados por Santiago Creel Miranda cuando era titular de Gobernación se encuentran Emilio Azcárraga y Televisa, Olegario Vázquez Raña, José María Guardia, Arturo Rojas Carmona, Jesús Héctor Gutiérrez Cortés, Juan Eduardo Mounetou Pérez, Carlos Enrique Abraham Mafud, Raúl Santiago Fernández y Pablo Cortina de la Fuente, Fausto Zerón Medina y Greg Sánchez, pero los negocios no aparecen a su nombre, sino al de empresas, razón social o sociedad anónima, lo que propicia mayor opacidad: Desde entonces esos permisos se han ido instalando conforme los empresarios han ido queriendo. Cuando uno pregunta ¿de quién son los casinos?, en esos negocios nadie sabe. Son sitios muy grandes con mucho personal y nadie sabe quién es su patrón. Hacienda o Gobernación deberían saber.
Enfermedad en aumento

La apertura de casinos en Monterrey se ha ido descentralizando a diversos municipios. Hace unos meses abrió sus puertas en Apodaca, Nuevo León, el Abu Dhabi, al más puro estilo árabe, con un edificio suntuoso color dorado y cerca de 350 máquinas, sport book, bingo, black jack y ruleta virtual: El autorizar un casino más llega a derivar en que se pierdan más familias regiomontanas por caer en las garras de la grave enfermedad de la ludopatía, dice en entrevista el diputado panista Omar Pérez Ortega, quien promovió desde San Lázaro el exhorto para que la Secretaría de Salud atienda la ludopatía y surjan políticas públicas para su estudio y prevención.

Involucrado en la investigación de casinos y sus consecuencias sociales y económicas, explicó que con el aumento de casinos también se ha incrementado la adicción: La Secretaría de Salud necesita crear programas para atender a los ludópatas, es decir, a aquellos padres y madres de familia que dejan sus quincenas en los casinos. Es urgente y es prioritario, si no mañana este será otro de los grandes problemas que lamentar.
Monterrey, con un poder adquisitivo estable, atrajo a inversionistas nacionales y extranjeros para abrir casinos, un lugar de escape para muchos jugadores compulsivos que ya han perdido propiedades, trabajo, pareja y familia. Las clínicas y consultorios privados están saturados con dos tipos de tratamiento: ambulatorio e internamiento. El sicólogo Lara López reconoce que es una de las peores adicciones: La ludopatía arrasa con todo.

lunes, 4 de abril de 2011

En la mira de los Zetas

Narcoviolencia
Hubo dos atentados en un mes contra Jaime Rodríguez Calderón, alcalde de García, NL
Me quieren matar porque yo no me hago pendejo
El edil cerró 250 narcotienditas y limpió la policía local; Los Zetaslo acechan
El blindaje que necesitamos es que nos cuidemos entre todos, dice

El alcalde Jaime Rodríguez Calderón Foto Sanjuana Martínez



Agentes estatales montan guardia frente a una estación policial tras un ataque con granada, que no dejó heridos, el viernes pasado en la ciudad de Monterrey 
Foto Reuters

Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 3 de abril de 2011, p. 3

García, NL. Al alcalde de García, Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, le dicen El Bronco por el valor mostrado ante el crimen organizado que lo ha intentado matar en dos ocasiones en un mes: Otro en mi caso estaría en su casa. Encerrado. Asustado. Yo no traigo miedo, traigo sentimiento porque a México le está yendo mal. No hemos podido darle tranquilidad a la gente. Quiero ser un muerto vivo, no un vivo muerto.
Va sentado en su camioneta Jeep. Viste guayabera amarilla, tiene pelo entrecano y ojos amielados. Con una carcajada franca dice que no encuentra compañía de seguros de vida que acepte asegurarlo. El 29 de marzo sufrió el segundo atentado. Alrededor de 20 vehículos con 40 hombres fuertemente armados emboscaron su camioneta Cheyenne con blindaje de nivel siete. Un escolta murió y cinco resultaron heridos: Mis escoltas son los héroes. Además esa camioneta me ha salvado la vida dos veces. Ya la quiero más que a mi vieja, dice sin perder la sonrisa y el buen humor en entrevista con La Jornada.
En lo que va del presente gobierno federal 23 alcaldes han sido asesinados y 126 viven amenazados. Los expertos en seguridad le han recomendado no salir, no acudir a los actos oficiales y guardar un perfil bajo: ¡Ni madres!, dice mientras se baja del vehículo para presidir una actividad contra el dengue.Hay que chambear. Piensan que la gente no va a ir adonde yo vaya porque tiene miedo que le pase algo. Soy un hombre amenazado. Pero, mire: la gente está allí. Eso es lo que me hace llorar. El cariño es lo que nos mueve.
Tras el acto, cinco escoltas, ex militares con armas largas lo vigilan de cerca. La gente se le amontona alrededor. Una señora lo besa, otra lo abraza, una más le da una imagen de Jesucristo y le dice: Usted va a estar bajo el manto protector de Dios. Somos muchos los que estamos orando. Que Dios lo bendiga.
El alcalde no puede contener el llanto. Se quiebra. En silencio intenta limpiarse las lágrimas que le corren por las mejillas. Las mujeres intentan consolarlo. Y articula con voz entrecortada la primera frase: He llorado todo el día. Pasan unos minutos y se repone: Dios ha sido muy generoso conmigo. Me ha permitido seguir aquí.
En la mira
Al priísta Rodríguez Calderón lo quieren matar desde que andaba en campaña. Los Zetas se la juraron y no han cejado. Cuatro días después de tomar posesión de su cargo, el 4 de noviembre de 2009, asesinaron a su secretario de Seguridad Pública, el general brigadier Juan Arturo Esparza García, y a sus cuatro escoltas.
García, municipio del área metropolitana de Monterrey con 150 mil habitantes, está infestado de zetasque controlan el narcomenudeo, el cobro de piso a negocios y el trasiego de droga de Coahuila a Nuevo León y rumbo a Estados Unidos.
Al llegar a la alcaldía, Rodríguez Calderón cerró más de 250narcotienditas, despidió a buena parte de la policía municipal infiltrada por delincuentes y empezó a investigar elnarcomenudeo y a detener a involucrados: A mí me quieren matar porque yo no me hago pendejo, suelta sin rodeos mientras se sube de nuevo a su camioneta para volver a la oficina. Señala: La anterior administración cometió un error muy grave: hacerse pendeja. Entregó la ciudad a la delincuencia.
En el camino de regreso aparecen vehículos militares llenos de soldados. La Sedena envió a más de 200 efectivos tras el atentado. Están en semáforos, gasolineras, en las calles montando retenes: Me dicen que si hemos militarizado la ciudad. La voy a arreglar y nos va a ayudar el Ejército. Eso es todo. La gente está deseosa de que tomemos decisiones.
Al llegar a su despacho hace un recuento de las horas posteriores al atentado: Ando muy sensible. Se me salieron las de cocodrilo. Ni modo. En mi vida había llorado unas cinco veces. Ahora, en dos días llevo como 150 o 200 veces. Pero de una cosa estoy seguro: la sensibilidad es lo que nos hace a los hombres y a las mujeres ser más eficientes.
Luego del atentando, dice, llegó a su casa a la medianoche. Lo primero que hizo fue ir a ver a Valentina, su cuarta hija, recién nacida: “La vi y pensé: ‘¡Hijuesumadre! ¿Y si me pasa algo?’ En ese momento se sonrió y abrió los ojos. Dije: ‘Ya me chingué. Con eso tengo’. Cuando traspasas la línea de la muerte y yo la he traspasado dos veces en este mes, piensas: ‘¡Diosito, qué grandioso eres!’ A pesar de que me quieren matar, mi familia va a estar conmigo siempre. ¿Adónde la mando y para qué? Si me matan, allí les dejo para que vendan el terreno”.
–Y su mujer, ¿qué le dice?
–Tengo en mi casa una cantina donde me chuto mis tequilas. Y la encontré llorando. Le agarré la cara y le dije: No llores, todavía no me muero. Estoy vivo. Ella me contestó: ¿Qué voy a hacer si te pasa algo? Vas a ser chingona y vas a cuidar a mis hijas y las vas hacer mujeres de bien. Si voy a morir, algún día va a pasar, mueres de chiquito, de grandote, de viejo, o de pendejo.
–¿Usted de qué quiere morir?
–Quiero morir parado, de frente, con la vista en el porvenir, orgulloso de haber hecho las cosas debidas.
Día aciago
En los últimos meses, el alcalde ha logrado hacer un grupo especial de 32 ex militares con armas largas que componen su escolta personal. Los considera sus hijosSon muy comprometidos, porque vienen conmigo, porque son mis hijos, porque los cuido como tales y ellos me cuidan como si yo fuera su papá. Ésa es la sinergia que hemos hecho.
El día del atentado iba en un convoy de tres camionetas luego de recorrer la colonia Valle Lincoln. Eran las 6:30 de la tarde y en plena avenida apareció la sorpresa. Lo cuenta como si se tratara de una película de acción: “Los vi y dije: ¡en la madre, cabrón! Estaban todos armados, la mayoría vestidos de civil. Fue una emboscada. Se bajan de sus camionetas y nos empezaron a tirar. No nos dieron chance de nada. Eso hizo que nuestros escoltas uno chocara contra un poste y el otro se fuera frente al camellón por los madrazos. Y por la impresión obviamente se agacharon. Luego lograron bajarse. Cuando vi que venían otros más detrás, le dije a Carlos, que iba manejando: ‘ponte frente a esos cabrones y échales la camioneta encima’. Carlos no me hizo caso y me dijo: ‘Mejor aquí nos quedamos y nos cubrimos’. Y yo le dije: ‘¡No, güey!; tú maneja, cabrón, y protégelos’. La raza estaba tirando. Y le dimos de reversa hechos madre, nos pasamos el camellón. Y estuvimos cubriéndolos. Fueron 20 minutos. Luego empezaron a retirarse. Ocho hicieron correr a 40”.

–¿Qué sucedió a sus cinco escoltas heridos, uno de ellos muerto?
–Agustín, El Suave, Matías Sánchez estaba protegido, pero cuando ve que éstos [los agresores] empiezan a irse, se va a la zona de protección para cubrir a los demás muchachos y yo les grité: ¡Súbanse a mi camioneta! Y me dijeron: ¡Ni madre, ingeniero, váyase! Y yo les dije: No me voy. Aquí me quedo, hasta que se suban.
–¿Qué pasó luego?
–Mis hombres siguieron tirando. Los otros pararon para recoger a los heridos, porque mis muchachos tumbaron a varios, cosa que no consigna la prensa. Los echaron a las camionetas y se retiraron. Y se subieron algunos a su camioneta y uno me dijo: Váyanse, yo los cubro. Le volví a responder lo mismo: Ni madres... por último les grité: Nos chingamos todos, o nos vamos todos. Yo aquí no los dejo. Recogimos a los muchachos heridos, los subimos a las camionetas y así nos venimos, con las llantas ponchadas, hasta que nos encontró el general. Ya venía a dar el apoyo. Llegó donde todavía estaba la pelotera y le siguió.
–Cuando sus escoltas le dicen no vaya a los eventos, quédese en su oficina encerrado.
–Me vale madre. Yo voy. Es mi trabajo. No debemos retraernos contra la delincuencia. Si yo me quedo en la oficina alguien puede pasar y tirar una ráfaga por esa ventana y ya me chingué. Entonces, ¿qué hago? ¿Me voy a mi casa? ¿Me encierro en cuatro paredes? ¿Me entabico? ¿Me pongo fierro por todos lados?... ¿Y la gente? ¿Y el alma, y el espíritu y la libertad, y las ganas de hacer otras cosas, dónde las dejo? Me moriría.
–En caso de ataque, la mayoría de los escoltados se van y dejan a sus escoltas...
–Yo no. Yo pienso en proteger a los que están allí con nosotros.
–¿Por qué?
–Porque si eso pasara en la vida del país, es decir, si todos nos cuidáramos, la delincuencia no podría penetrar en ninguna parte. Ése es el blindaje que necesitamos: que nos cuidemos entre todos. Que hagamos comunión. Que los vecinos dejen de tener miedo y denuncien.
–El blindaje siete lo salvó, dice usted.
–La camioneta estaba siendo baleada, pero como el blindaje es muy fuerte nos salvamos. El blindaje no lo decidí yo, fue circunstancial, la camioneta me la había prestado un amigo. Y luego la adquirimos. Está claro que el blindaje en estos tiempos es muy importante.
Tarea imposible
Rodríguez Calderón se queja de lo mismo que la mayoría de los ediles de municipios asolados por la violencia en el norte de México: la falta de presupuesto para seguridad y la falta de equidad de la Federación y los estados para entregarlo.
En el municipio de García tienen 160 policías, pero sólo cuentan con 40 pistolas calibre 9 milímetros y se las cambian por turno. La mayoría de los elementos de seguridad pública están desarmados. Por si fuera poco, sólo poseen 14 patrullas. El alcalde se pregunta: ¿Cómo combatimos la delincuencia? Deberíamos tener 420 policías, armados y equipados, pero no tenemos los recursos.
–¿Lleva usted arma?
–No.
–¿Sabe disparar?
–Nunca he disparado y no pienso hacerlo.
–¿No le han recomendado traer arma?
–Sí, pero qué hago con una pistola; a lo mejor se me va el pinche tiro y me mato solo.
–¿Quién lo quiere matar?
–Hay una colusión entre todos los policías que despedí en noviembre de 2009, cuando nos mataron al secretario de Seguridad. Y están metidos Los Zetas. Son quienes me quieren matar.
–¿Desde cuándo?
–Desde que anduve en campaña. También me dieron una corretiza y una perseguida de la tostada. Yo sabía el riesgo en que me metía. Siempre lo supe y no me quejo. Siempre mi Dios primero. Te pone y tienes que ayudarle. Y cuando necesito me protege.
–¿Intentaron negociar con usted?
–Nunca me lo propusieron. Nunca lo aceptaré.
–¿Nunca se presentaron ante usted para hablar?
–Nunca. Se presentaron para asustarme muchas veces. Y yo no me asusto. Mi mamá me enseñó a no asustarme. A mí no me asustaron de chiquito con el coco, ni con queduérmete porque viene la bruja.
–¿Los Zetas lo quieren matar porque no negocia con ellos o porque lo acusan de haber pactado con elcártel del Golfo?
–No sé. Yo no pactaré con nadie que no sea el pueblo. Yo no me meto ni con unos ni con otros. Mi chamba aquí es prevenir el delito, arreglar las plazas, tapar los baches, poner la farola que está apagada, caminar con el pueblo. Aplicar la ley. La Constitución dice que yo debo darle seguridad y tranquilidad a los que gobierno. Y es lo que estoy haciendo. A mí me vale madre lo que piensen los perversos. No me importan. No me detienen. Creo en Dios, y Dios está aquí en mi oficina, en la iglesia, en la misión, en el templo.
Rodríguez Calderón lleva al cuello un escapulario con la imagen de San Benito y una medalla de la Virgen de Guadalupe: Los toco y me siento a toda madre. Y jalan. Sí jalan.