martes, 21 de mayo de 2013

El gobierno quiere dar carpetazos


En NL, la Cadhac eligió expedientes que se mostraron al relator de la ONU, dice una víctima
Clara inoperancia del Estado en solución deejecuciones extrajudiciales, señala ONG
La CNDH documentó varios casos, pero no en todos emitió recomendaciones: Xicoténcatl Carrasco
Sanjuana Martínez
 
Periódico La Jornada
Domingo 19 de mayo de 2013, p. 13
Firme aquí, le dijo un marino acompañado por un representante de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Nuevo León a Cristina Compeán Olmeda, al tiempo que le entregaban a su nuera un cheque por 180 mil pesos por el asesinato de su hijo José Humberto Márquez Compeán a manos de elementos de la Marina Armada de México.
“No supe lo que firmé; me estuvieron convenciendo. Supuestamente era una indemnización, pero ahora me dicen que ya no tengo derecho a reclamar justicia por la ejecución de mi hijo. Fueron los marinos, pero ni siquiera sé los nombres de los homicidas. Siempre me dijeron que fue “AR1 y otros”, dice conteniendo el llanto.
El caso de Márquez Compeán no fue incluido en la agenda del relator especial de la ONU sobre Ejecuciones Extrajudiciales, Sumarias o Arbitrarias, Christof Heyns, durante su visita a México, cuyo informe preliminar muestra que la impunidad que protege a las fuerzas armadas y a policías estatales y federales essistémica y endémica.
El visitador fue informado de los casos por una sola agrupación: Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos (Cadhac), y su directora, la monja Consuelo Morales, convocó únicamente a los familiares elegidos. “Nosotros tampoco fuimos notificados, y nuestro caso es un claro ejemplo de ejecución extrajudicial por integrantes del Ejército Mexicano. Quieren dar carpetazo al caso”, comenta sorprendido Enrique David Guerrero Medrano, representante de la Asamblea Estudiantil del Tecnológico de Monterrey, encargada de exigir justicia por el asesinato de los alumnos Jorge Antonio Mercado Alonso y Javier Francisco Arredondo Verdugo, cuyo responsable es identificado por Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) como AR2, y fue acusado únicamente de alteración de la escena del crimen cometido el 19 de marzo de 2010.
Otro ejemplo de la impunidad existente en la mayoría de los casos es laejecución extrajudicial de Jorge Otilio Cantú Cantú, cometida por siete militares el 18 de abril de 2011; dos de ellos fueron acusados solamente de alterar la escena del crimen, por lo que están libres, y cinco aún no reciben sentencia después de dos años del homicidio. A mí tampoco me avisó Cadhac (de la visita del relator de la ONU). Seguramente porque fue un encuentro que incluyó al gobernador y yo no estaba dispuesto a callarme la verdad. En mi caso las cosas siguen igual de impunes, como al principio. Continúan protegiendo a los militares asesinos de mi hijo. Es un crimen de Estado. No voy a descansar hasta que los vea sentenciados, dice en entrevista el doctor Jorge Otilio Cantú González, quien tuvo que desplazarse al Distrito Federal para hablar con Heyns.
Luchar contra el olvido
Karen Paola Acosta Luján tiembla; le sudan las manos, no puede hablar, sólo llorar. Hace unos momentos recordó ante Christof Heyns cómo elementos de la Marina entraron a su casa el primero de septiembre de 2011 y ejecutaron a su hermano Gustavo a corta distancia; un caso que sigue en la impunidad sin ningún avance.
“Durante 20 minutos les conté cómo lo asesinaron. Era como si hubiera sucedido ayer. Les platiqué de corrido. Reviví todo, la forma en que le dispararon en la frente cuando les abrió la puerta y él estaba con los brazos en alto diciéndoles que se calmaran, que había familia y una niña. Les dije la forma en que nos apuntaron a mi mamá y a mí gritando: saquen las armas y al que tienen escondido. Nos llevaban a jalones, mientras mi hermano yacía en un charco de sangre, y nos gritaban: “¡si voltean las vamos a tronar!... Al día siguiente la Marina emitió un comunicado haciendo pasar a mi hermano como un delincuente, con el alias El M30.
El caso de Gustavo Acosta Luján fue incluido en la visita del relator de la ONU, igual que el del matrimonio Rocío Elías Garza y Juan Carlos Peña,ejecutados extrajudicialmente por elementos del Ejército Mexicano el 3 de marzo de 2010, en Anáhuac, Nuevo León, cuando volvían de trabajar en una maquiladora.
Quedaron en medio del fuego cruzado entre el Ejército y hombres armados, cuando iban en su coche. Al terminar la balacera salieron con las manos en alto y ella pidió ayuda a un militar: ‘¡Auxilio! Mi marido se está desangrando’, pero a continuación recibió una ráfaga de ametralladora; murió de 14 balazos y Juan Carlos de seis. Luego fueron rematados con el ‘tiro de gracia’; dejaron huérfanas a dos niñas, de ocho y tres años.
En la mayoría de los casos de ejecuciones extrajudiciales la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) tiene investigaciones abiertas, pero no en todos emite recomendaciones, ni siquiera un pronunciamiento, dice Alberto Xicoténcatl Carrasco, director de la Casa del Migrante de Saltillo, Coahuila, quien también se entrevistó con Heyns. El problema es que la CNDH sigue sin pronunciarse sobre hechos como la masacre y las fosas de San Fernando, Tamaulipas; algo que no es justificable, pero es un patrón de comportamiento en cuanto a la negación de la justicia y la falta de investigación.
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Muchos familiares de ejecutados por elementos de las fuerzas armadas no saben siquiera los nombres de quienes los mataronFoto Sanjuana Martínez
Señala que la primera masacre de San Fernando, Tamaulipas, ocurrió el 23 de agosto de 2010, cuando ejecutaron a 72 migrantes: 58 hombres y 14 mujeres. La segunda fue el 6 de abril de 2011; asesinaron masivamente al menos a 193 personas, quienes fueron encontradas en fosas clandestinas “Hay casos donde hubo presencia de policías, en otros no podemos asegurarlo, pero está clara la inoperancia y ausencia del Estado, la falta de investigación, la impunidad y cómo los delitos se perpetúan. Por ejemplo, en el sur del país hay presencia de Policía Federal con las bandas del crimen organizado, donde avientan a los migrantes, y de esto ya tiene conocimiento la PGR; les dije que no es un tema nuevo, que hay denuncias, pero no ocurre absolutamente nada.
“Recogimos las experiencias de los migrantes durante todo su recorrido por México y cómo han visto que sus compañeros son lanzados del tren cuando no pagan la cuota que pide el crimen organizado en connivencia con las autoridades.
Aquí en Monclova un migrante fue lanzado porque no traía 100 dólares que le pedían, y quedó mutilado de sus piernas. También abordamos el caso de los 49 torsos tirados en Cadereyta, porque el gobierno de Nuevo León asumió que no se trataba de mexicanos, sino de migrantes. El caso sigue sin resolverse, señala.
En México no hay estadísticas de ejecuciones extrajudiciales, práctica que según el general Bibiano Villa, ex secretario de seguridad en Torreón, es común, según dijo en entrevista con La Jornada. “Antes aquí correteaban a los policías, ahora ni madres, los correteamos a ellos, y donde los alcanzamos los matamos. Aquí hay que romperle la madre al cabrón que ande mal... Cuando agarro a unzeta o Chapo lo mato. ¿Para qué interrogarlo? Que le vaya a decir a San Pedro lo que hizo”, afirma.
Excluir para cerrar casos
Los intentos de dar carpetazo a los casos de ejecuciones extrajudiciales cometidas por Ejército, Marina y policías federales, estatales y municipales preocupan a las organizaciones de derechos humanos y a los familiares de las víctimas.
Cristina Compeán Olmeda consiguió una foto de su hijo cuando era subido a un helicóptero por elementos de la Marina. La imagen fue publicada por los periódicos. Al día siguiente el cuerpo de su hijo José Humberto Márquez fue encontrado tirado en una calle en San Nicolás de los Garza, con bolsitas de cocaína y claras huellas de tortura. La CNDH emitió una recomendación de indemnizar a la viuda y sus tres hijos, y de llevar ante la justicia a los marinos responsables.
La monja Consuelo Morales nos prohíbe hablar del gobernador
Le dieron el dinero a mi nuera y la hicieron firmar no sé qué tantos papeles. Le dieron 180 mil pesos, bien poquillo, pero ya se lo gastaron. Ella ni ha buscado justicia; se juntó con otro muchacho a los ocho meses de muerto mi hijo y dijo que ya no quería saber nada, pero yo sigo, y ahora me quieren callar por lo que hizo mi nuera.
Su caso fue abandonado por la Procuraduría de Justicia de Nuevo León, que sostiene reuniones mensuales con Cadhac. Nadie sabe decirme cómo se llaman los asesinos de mi hijo. Nadie le movió nada, ni Cadhac, y luego la hermana (Consuelo Morales) sacó mi expediente, como sacó muchos otros. Estoy muy decepcionada. Me quitaron un pedazo de mi vida. A veces veo las camionetas de los marinos y pienso: ¿cuál de todos será el asesino de mi hijo?.
Amada Puentes González, madre de Gustavo Castañeda Puentes, también señala que Cadhac sacó su expediente: la monja amenaza a los familiares de las víctimas con sacar sus expedientes de la procuraduría si hablan; para todo se le debe pedir permiso, si no, inmediatamente saca los expedientes. No es justo. Moralmente nos sentimos solas, aisladas del mundo, se nos cierran las puertas.
Ella y una veintena de familiares de víctimas afectadas por Cadhac han decidido crear Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos de Nuevo León, según dice Ernesto Vidal Negrete, padre del desaparecido Ernesto Efraín Vidal Flores.Quedamos muy lastimados.Ya no aguantábamos el maltrato de la monja Consuelo Morales, que está cada vez más cercana al gobernador Rodrigo Medina; hasta nos prohibió decir nada contra él y contra el procurador Adrián de la Garza. Todo lo va suavizando. Quieren dar carpetazo a los casos. Nosotros tenemos que seguir luchando por justicia, aunque estemos clamando en el desierto, desesperados, hincados afuera del palacio de gobierno pidiendo justicia.

lunes, 13 de mayo de 2013

La habitación vacía del hijo


La habitación vacía y el duelo pendiente no acaban la esperanza, señalan
Madres de desaparecidos: el ejercicio desgarrador de reconstruir el pasado
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Leticia Hidalgo en la recámara de su hijo Roy, desaparecido en enero de 2011Foto Sanjuana Martínez
Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 12 de mayo de 2013, p. 10
El crujir de la puerta, el olor a encerrado, la casa intacta. Leticia Hidalgo dejó este lugar hace dos años y medio. Camina lentamente observando muebles, adornos, el patio, la cocina, los pasillos y confirma que todo sigue igual, aunque reconoce que ahora su antiguo hogar es lúgubre y triste.
Desde el 11 de enero de 2011 su vida quedó suspendida en este lugar. Y no quiso volver a vivir aquí. Sube las escaleras y la primera puerta es la habitación vacía de su hijo.
Entra a la recámara, la cama está tendida, con tres globos de corazón por el último cumpleaños celebrado. Abre el armario y observa su ropa. Sus camisas de vestir, las camisetas que más le gustaban, los pantalones aún con etiqueta que no pudo estrenar, el montón de tenis. Allí está su librero, sus fotos, las libretas del curso escolar de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León, las cajas de los regalos que recibió en Navidad y los recuerdos de su querido equipo de futbol: los Tigres.
El duelo pendiente, la sensación de desahucio. Esta habitación es su último reducto de intimidad con el hijo. Los fantasmas pululan por las paredes. El eslabón perdido, la pieza que falta, el suplicio eterno de la incertidumbre. No puede hablar, solloza: No he querido mover nada. Todo sigue igual porque estamos esperando que llegue mi niño, mi flaco de oro. Quiero que vea que todo sigue igual. Es su ropa, son sus cosas, dice queriendo asir cada objeto del hijo ausente.
Aquella noche aciaga, un comando de 12 hombres encapuchados, con uniforme de la policía de Escobedo y armas largas, entró a su casa a robar todo lo que encontraron.
“Era la una de la mañana. Roy, de 18 años, estaba en su cuarto dormido. Unas horas antes le había dado el dinero para su inscripción, porque empezaba el cuarto semestre de la carrera. Empezamos a oír ruidos muy fuertes y pensamos que eran balazos. Él me gritó: mamá, llama a la policía, están queriendo entrar a la casa. Yo me quedé inmóvil. No lo podía creer”.
Suspira, el dolor sin tregua no le deja hablar. Respira profundo, sigue: De pronto los vi en la puerta de mi habitación, eran como 12 y me gritaban que me hincara. Pero yo me les quedaba viendo, reaccioné cuando empezaron a golpear a mis hijos Roy y Ricardo. Se empezaron a distribuir por toda la casa, se robaron todo lo que quisieron: ropa, zapatos, televisores, computadoras, las pocas joyas, perfumes, dinero, saquearon las habitaciones, eran como pirañas, como animales.
Pasaron unos minutos y apareció un hombre alto y corpulento: “Son unosmorros, jefe”, le dijo uno que estiró el cabello de ambos muchachos hacia atrás para mostrar sus rostros al líder.
“Yo le pregunté que por qué nos estaban haciendo eso y me contestó: ‘Venimos de parte del gobierno para limpiar las calles. ¡Saquen la droga!’... Yo le dije: Están equivocados. Mis hijos y yo no tenemos nada, por qué nos están haciendo esto. ¡Por favor!...”
En ese momento voltean la cama y le piden a Leticia y a su hijo Ricardo, de 16 años, que se metan. “Yo pensé que ya nos iban a matar. Abracé a mi hijo y empecé a rezar. Y luego oímos que decían: ‘Vámonos, vámonos’ y escuchamos los pasos de todos saliendo de casa. Nos incorporamos y pensé ya pasó todo, gracias a Dios... Pero me di cuenta que me faltaba mi otro hijo y grité: Roy, Roy, Roy... pensaba que al bajar las escaleras lo iba a ver en el suelo, pensé que me lo habían matado, pero no, en ese momento me di cuenta que se lo habían llevado”.
Al día siguiente recibió una llamada de un hombre que pedía un rescate de 750 mil pesos, una cantidad imposible de pagar. Madre divorciada con un modesto sueldo de maestra, buscó a familiares y amigos para pedirles prestado y consiguió reunir 100 mil pesos.
“Cada vez que me llamaban me amenazaban de muerte, me decían que me iban a entregar la cabeza de mi hijo si no pagaba. Me pasaban a un hombre que no era mi hijo, hasta que finalmente a los dos días pedí hablar con mi hijo y gritaron: ‘¿Quién de ustedes es Roy, ojetes?’ Escuché la voz de mi hijo a lo lejos que decía ‘yo’. Aquello era como un salón con mucha gente, donde seguramente tenían a los secuestrados. Sólo alcanzó a decirme: ‘Mamá soy yo, te quiero mucho’”.
Leticia siguió las indicaciones y entregó el rescate en una iglesia: “Hacía mucho frío y llovía. Estuve 15 minutos afuera de la iglesia, hasta que llegó una camioneta y un señor abrió la puerta y me dice: No se preocupe señora, estamos en las mismas condiciones. Aparentemente era una víctima que iba recolectando dinero para los secuestradores”
El trato era que entregarían a Roy en unas horas, pero el joven estudiante nunca más volvió: Yo tenía ropa preparada, porque se lo llevaron en pantalón corto y playera, llevaba un suéter para que no tuviera frío, pero ya nunca más volvieron a llamar. Ni contestaron mis llamadas.
Vivir muriendo
Leticia Hidalgo prepara su equipaje. Viaja con un grupo de madres en sus mismas condiciones. Se dirigen al Distrito Federal, donde van a participar en la segunda marcha nacional de Madres buscando a sus hijos y justicia. Viajan toda la noche en autobús.

En su peregrinar por justicia encontró a otras como ella. Todas van llegando al Monumento a la Madre. Se abrazan, llevan flores, las fotos de sus desaparecidos pegadas al pecho, usan camisetas blancas con la leyenda: ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!
Hace un año y medio transformó su desesperación en activismo social y fundó, junto a otras madres, Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos de Nuevo León. Desde entonces no ha dejado de luchar por la reivindicación de la justicia: Cada vez que marcho, Roy está presente. Es la manera que mi niño se hace presente. Anda conmigo.

Cinco sujetos fueron detenidos por el secuestro de Roy, algunos de ellos agentes de las policías de Escobedo y San Nicolás de los Garza, pero ninguno ha dicho dónde está Roy. Ahora camina del brazo junto a otras madres y cruzan Paseo de la Reforma rumbo al Ángel, sonríe, llora de emoción, grita y acompaña a las mamás en el plantón frente a la Procuraduría General de la República: Sé lo que sienten, sé lo que han sufrido, sé cómo las han tratado, porque así me han tratado a mí; enfrentan la indiferencia, la corrupción, la omisión de las autoridades.
Vuelve a revivir todo. Recuerda cómo se convirtió en detective y descubrió muchas más cosas que los agentes del Ministerio Público. Incluso se atrevió, junto a otras madres, a hablar con un zeta, ex policía y desertor: Nos dijo que en Tamaulipas hay campos donde tienen a muchísimos hombres y mujeres forzados a trabajar. He avanzado más con mis investigaciones. Por eso estoy pidiendo un careo con los encarcelados para preguntarles dónde está mi hijo. No quiero otra cosa.
Va vestida de blanco, lleva tenis, sonríe: Aquí estamos todas con el mismo dolor. Lo que yo he vivido es lo mismo que han vivido tantísimas de ellas. Y vamos a seguir buscando hasta encontrar a todos los desaparecidos de México. ¿Cómo podemos descansar?, ¿cómo dejar de buscarlos? Es una lucha de las mujeres, de las mamás. Y cada vez somos más.
                                         
Leticia regresa a Monterrey. Abre la puerta de su casa clausurada por el dolor. Quiere reconstruir la historia de Roy a través de sus fotos. Toma el álbum y va contando su historia desde que nació. La melancolía, el ejercicio desgarrador de reconstruir el pasado: “Aquí está recién nacido, cuando cumplió un año, nadando, jugando a la pelota, estudiando, hermoso con su barba partida, flaco, flaco mi niño…”
Seguido lo sueña de bebé y también de 18 años y le pregunta: ¿Dónde estabas? Lo siente, lo abraza, lo toma de las manos. “Lo más duro es en la noche, cuando tengo que dormirme. No puedo descansar. Siempre estoy hablando con él. Le doy la bendición. No se sale de mi pensamiento. La vida que vivo es de zombie. Nunca estoy al 100 por ciento presente. Siempre lo estoy buscando en la calle. A veces creo que lo veo. Y lo mejor es cuando lo sueño, pero luego despierto y no lo tengo, no está. Lo amamos tanto. Todos creemos que Roy va a regresar y por eso estoy viva. He aprendido a medio vivir. Este dolor es un dolor que mata sin matar.”