domingo, 25 de septiembre de 2011

Cuando la Marina siembra el terror




Violaciones, torturas y ejecuciones, otros ilícitos que les imputan
Acusan en NL a marinos de desaparecer a 16 habitantes
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La Marina debe decir qué hizo con mi hijo, expresa Socorro MaldonadoFoto Sanjuana Martínez
Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 25 de septiembre de 2011, p. 14
Violaciones con bates de beisbol, tableados, torturas físicas y sicológicas durante días y ejecuciones sumarias son los testimonios de sobrevivientes de secuestros en Sabinas Hidalgo realizados por elementos de la Marina-Armada de México, acusada de desaparecer a más de 16 habitantes de este municipio de Nuevo León.
Las calles del pueblo, que antes fue punto de reunión alegre, pacífico y de paso rumbo a la frontera entre Tamaulipas y Texas, lucen desiertas. El miedo de los habitantes se ha incrementado desde que la Marina patrulla y realiza cateos casa por casa en la madrugada.
Entraron a las cuatro o cinco de la mañana y se lo llevaron, narra María del Socorro Maldonado Lira, vecina de este municipio. Eran muchos marinos. Nos sacaron de la cama y cuando me llevaron afuera vi que ya tenían a mi esposo y se llevaban a mi hijo entre varios. Desde ese 28 de junio no lo ha vuelto a ver. Se llama René Azael Jasso Maldonado, de 27 años. Los marinos no presentaron órdenes de cateo ni de detención.
Hace dos semanas la Cámara de Diputados aprobó la reforma a la Ley Orgánica de la Armada de México, que permitirá operativos contra el crimen organizado, pero apegados a las disposiciones constitucionales, el respeto a los derechos humanos, a los tratados internacionales y a las leyes federales, algo que la Marina no siempre cumple.
El año pasado la Comisión Nacional de los Derechos Humanos recibió 198 quejas contra miembros de la Secretaría de Marina por cateos ilegales, detenciones arbitrarias, tratos crueles e inhumanos, torturas y asesinatos. Sin embargo, el número aumenta vertiginosamente; en el último año, según el ombudsman Raúl Plascencia, se recibieron alrededor de 500. También se han incrementado las recomendaciones que la institución, encabezada por Francisco Saynez, en ocasiones se niega a acatar.
Pueblo intranquilo
Antes de que llegara la Marina a patrullar Sabinas Hidalgo, María del Socorro dormía con las puertas de su casa abiertas. Entre las gallinas que cacarean en el patio y los gansos que revolotean en los charcos de agua explica lo que ocurrió aquella noche aciaga, cuando los marinos desaparecieron a su hijo: “Nosotros estábamos acostumbrados a dormir con la puerta abierta, porque este pueblo era pacífico. Los marinos no tuvieron que tumbarlas, porque estaban abiertas. Escuché cómo le decían: ‘¡Levántate, René! Órale, órale, para afuera’”.
Oziel Antonio, otro de sus hijos, interviene: “Yo estaba dormido y entraron a mi habitación cinco marinos encapuchados. Me asusté. Uno me gritó: ‘No te muevas. Ya te llevó la fregada’. Me echaron una luz azul a los ojos, que me dejó ciego un momento. Luego me ordenaron: ‘Voltéate para abajo, abre las manos y los pies’. Uno dijo: ‘¿Eres halcón, culero?’ Yo le dije que no moviendo la cabeza. ‘Respóndeme con la boca, cabrón’, me dijo. Y le expliqué que soy cajero en la autopista a Nuevo Laredo”.
Cuenta que los marinos llegaron a su casa en 12 vehículos oficiales, que traían en las puertas el escudo de la Armada y la matrícula. Todos estaban uniformados y usaban chalecos con la palabra Marina. Uno le preguntó por su celular y el IPod que tenía en la mesa de noche: ‘¿Qué es eso de IPod?’, le reiteró tres ocasiones el marino, quien exigió una explicación, porque dijo no conocer ese tipo de aparatos. Luego, otro ordenó a los demás: ‘¡Vámonos! Este no tiene nada que ver’”.
Cuando los marinos salieron de su cuarto pudo ver por la ventana cómo otro grupo se llevaba a su hermano. Llevaba las manos esposadas. “Fuimos a buscarlo al destacamento de la Marina en Monterrey, pero nos dijeron que pusiéramos la denuncia sin decir que fue la Marina. Me negué a hacer eso. Sería mentir. Luego nos dijeron que ellos no habían realizado operativos en Sabinas Hidalgo, cosa que es mentira, porque nosotros los hemos visto por las calles. Después nos querían convencer de que lo que vimos fueron vehículos clonados, algo imposible de creer. Conozco las camionetas, las he visto cientos de veces. Trabajo en una autopista donde pasa de todo. Además, los uniformes son idénticos y el armamento era de alto poder. Todo era auténtico. Fue la Marina. Estamos seguros.”
Desde ese día todo ha sido peregrinar para la familia Jasso Maldonado. Primero fueron a Miguel Alemán, Tamaulipas, donde familiares de otros desaparecidos del pueblo señalaban el hotel California como centro de tortura y detención clandestino de la Marina. El lugar acababa de ser desocupado, pero aún tenía los bultos de arena utilizados a manera de trinchera. Luego fueron a Nueva Ciudad Guerrero, Tamaulipas. La Marina montó un campamento.
Cuando la Marina se llevó a mi hermano, también secuestraron a otros tres muchachos. Este es un pueblo pequeño y nos enteramos de todo. Han plagiado hombres y mujeres; a unos los retienen horas, a otros días. Luego los sueltan golpeados, torturados. A nosotros nos robaron tres celulares, un Nextel y un autoestereo. Estos marinos hasta rateros salieron, comenta Oziel.
Por ser taxistas
La desaparición de René Azael está relacionada con la de su amigo y compañero de trabajo Jesús Víctor Llano Muñoz, de 23 años, a quien la Marina raptó cinco días antes, el 23 de junio. Ambos eran taxistas. Su base está en la estación ubicada en Carretera Nacional y Cuauhtémoc, en Sabinas Hidalgo, donde también trabaja el padre de Jesús Víctor. “Ese día que se lo llevó la Marina eran las tres y media de la tarde. Me di cuenta que estaban haciendo un operativo en el hotel San Ángel. Era un convoy de 20 camionetas y dos helicópteros que después se desplazó al hotel La Quinta, junto a la parada de taxis. Allí vi cómo bajaron a un muchacho de una camioneta para subirlo al asiento de atrás. Era mi hijo.”
 El taxista Jesús Victor Llano Cobos denuncia a la Marina por la desaparición de su hijo. Foto: Sanjuana Martínez
En ese momento, Jesús Víctor Llano Cobos preguntó a los marinos la razón por la que se llevaban al joven. Me les atravesé. Le dije a uno: ¡Párese! Ese qué lleva allí es mi hijo. De pura casualidad están ustedes en la parada de taxis donde trabajamos, somos gente decente. Y muy groseramente me contestó: ‘¿Este culero es tu hijo? Si no tiene nada que ver luego te lo regreso’. Y se lo llevaron.”
El taxi del muchacho, un Jetta negro, quedó en una calle cercana al hotel San Ángel, donde la Marina lo levantó. Llano Cobos siguió el convoy, pero le ordenaron parar. Tomaron rumbo a Laredo. Llevaban más gente. Vi que llevaban muchachos y muchachas.
El trabajo de taxista se ha convertido en una actividad peligrosa, porque son identificados como halcones de manera automática. Afirma que fue a interponer denuncias ante la Marina, la Procuraduría General de Justicia de Nuevo León y la Comisión Estatal de Derechos Humanos. Estamos con angustia por no saber si comerá. ¿Qué le hicieron?
Cuenta que el cura de su congregación tuvo visiones. Observó cómo otra gente les imputaba falsos testimonios, y eso lo atribuye a tres taxistas nuevos, piratas, que llegaron a la parada y seguramente por rencillas laborales los denunciaron ante las autoridades. “Tengo 26 años de ser taxista. Ahora resulta que todos somos halcones. ¿De dónde sacan eso? Algunos desgraciados lo hacen, pero uno está al día, viviendo de su trabajo. Que investiguen primero antes de llevarse gente inocente. Mi hijo no cometió ningún delito.”
Muestra fotos de su hijo, quien es divorciado y tiene un pequeño. Cuenta que, desde que desapareció, ha investigado otros casos de residentes de Sabinas Hidalgo que han sido desaparecidos por la Marina y que los sobrevivientes narran métodos de tortura terribles, como violaciones con bates y otros tormentos. “En días recientes –dice– se llevaron a Yolanda Iglesias Argueta, de 54 años. Es una señora que vive sola y no ha regresado. Los marinos están actuando como delincuentes. Entran a las casas en la madrugada y se llevan a quien quieren. Seguido realizo viajes largos a los ranchos, y al regresar me entra la lloradera. No es fácil superar esto.
Viles matones
En las oficinas de Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos AC, dirigida por Consuelo Morales, el ritmo es frenético. Reciben de manera continua cientos de denuncias sobre desapariciones forzadas desde el inicio de la guerra de Felipe Calderón. En el caso de la Marina, las quejas se han incrementado en la medida en que el gobierno federal ha ido enviando más efectivos a Nuevo León.
Somos la única organización ciudadana que está tomando este tipo de casos. En Sabinas Hidalgo la Marina está desapareciendo mujeres y hombres; hay 16 casos y puede haber muchos más, pero la gente tiene miedo de denunciar. Es sumamente grave. No puede ser que un delito se combata con otro. Es distorsionar la esencia de estos cuerpos, que deben ser de gran prestigio. Ahora están quedando en posición de viles ladrones y matones, afirma Consuelo Morales, monja dedicada a atender a los más vulnerables.
Galardonada recientemente con el premio Alison Des Forges de Derechos Humanos, de Human Rights Watch, Morales insiste en que el ingreso de los marinos a los domicilios sin órdenes de cateo violenta derechos fundamentales consagrados en la Constitución. Los testimonios que tenemos de cómo la Marina está secuestrando gente, cómo la está torturando y asesinando son muy graves. Estamos tratando de documentar todos los casos, pero el miedo tiene paralizada a la población. Se han llevado personas, especialmente de la parte norte, concretamente de Nuevo Laredo, Sabinas Hidalgo y Anáhuac. También de Monterrey y otros municipios de Nuevo León. La experiencia que tenemos es que en la mayoría de los casos no liberan a esas personas. Están trayendo mucha desolación.
En la colonia Garza Ayala, de Sabinas Hidalgo, doña Socorro está inconsolable. Es mediodía y huele a comida casera. Mueve pedazos de pollo en la cazuela, vierte el mole y le echa un vaso de agua. Sin dejar de trajinar dice que su hijo es buen muchacho. Deja el guiso en la lumbre y pasa a la sala, donde tiene una galería de fotos de sus seis hijos y nietos. Muestra un altar en honor a René Azael, encomendado a la Virgen de Guadalupe. Decaigo y mis hijos me levantan, pero me estoy acabando poco a poco. Eso no me duele, sino no verlo, no tenerlo. Quiero pedir a la Marina que lo regrese o que diga qué hizo con él, porque esto no es vida. Estoy muerta en vida.

domingo, 11 de septiembre de 2011

El "Presunto Culpable" hondureño

Sentenciado a 44 años de cárcel, narra el linchamiento mediático y el proceso que encara
Tras ser torturado, el hondureño Reyes Ardón aceptó haber asesinado a una mujer
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Reyes Gustavo Ardón Alfaro durante la charlaFoto Sanjuana Martínez
Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 11 de septiembre de 2011, p. 10
Saltillo, Coahuila. Han pasado casi dos años y Reyes Gustavo Ardón Alfaro, de nacionalidad hondureña, recuerda con precisión la forma en que policías ministeriales lo torturaron para que aceptara el asesinato de Perla Judith Quintero.
Tras todo tipo de tormentos, incluido el ahogamiento con bolsa de plástico, Reyes Gustavo finalmente cedió y aceptó un homicidio que no cometió: “Quedé inconsciente, tirado; ya no sentía el cuerpo de tanto dolor; le dije a Dios: ‘Ya no puedo’. Me quería morir, quería que terminara. De pronto apareció ante mí, la imagen de mis hijos: era como un video. También pasó el rostro de mi mamá, de mi esposa y me dije: quiero volver a verlos, aunque sea encerrado, en prisión. No quiero morir. No soporté más la tortura. Pensé que estaba muerto. Cuando recobré el conocimiento, dije: ‘Sí, yo fui’.
Ardón Alfaro está sentado frente a un escritorio; lleva una Biblia en la mano, usa pantalón gris y camisa celeste a rayas; va impecablemente peinado y llora sin poder contenerse. Los guardias de la prisión de Saltillo le permitieron hablar en el rellano de las escaleras que conducen a las celdas de los internos: Es difícil imaginar que me voy a quedar aquí 44 años. El juez se los dio a mi carne, pero mi espíritu cree firmemente que voy a salir libre. Dios sabe cuándo, Dios está conmigo. Voy a seguir alzando mi voz porque soy inocente. Confío en la justicia mexicana, confío en México, sigo queriendo a México.
Las muestras de xenofobia han sido constantes: Tu eres hondureño, eres una mierda. Los hondureños son basura, no valen nada, son unos perros, le soltó el policía con el primer puñetazo en las costillas. Luego de la tortura siguió una larga campaña de linchamiento mediático y de xenofobia contra él y los centroamericanos en general que pasan por la ciudad rumbo a Estados Unidos y son hospedados en Belén Posada del Migrante de Saltillo.
A Ardón Alfaro le violaron todas sus garantías individuales, además de la tortura que padeció en las oficinas ministeriales. No le permitieron hacer una llamada telefónica, ni pudo hablar con el consulado de su país. El juez que lo condenó, Adrián González Hernández, no acudió a las audiencias. Pese a que la Comisión Internacional contra la Tortura, Amnistía Internacional y la Federación Internacional para la Abolición de la Tortura, tomaron su caso y certificaron la clara existencia de tortura, el juez no halló evidencia para acreditarla.
Lo único que pido es justicia; que busquen e investiguen a los dos asesinos de la señora, que se haga justicia, dice con impresionante serenidad.
Asesinato sin móvil
Reyes Ardón conoció en 2004 al empresario Anuar Charvel Romo perteneciente a una de las familias de abolengo de Coahuila. Iba rumbo a Estados Unidos y se quedó en Saltillo unos días. Trabajó en una maquiladora de Charvel (pantalones de mezclilla para mujer). Le pagaba 400 pesos a la semana por ser indocumentado. Trabajaba de 7 de la mañana a 8 de la noche; los mexicanos recibían 600 pesos.
Volvió a Honduras de urgencia para atender a su madre enferma. Si algún día deseas volver, aquí te espero para trabajar, le dijo el dueño. En 2009, tras el golpe de Estado en Honduras, hizo nuevamente contacto con esa familia; esta vez con Emilio Charvel Romo para solicitar empleo: “Tuve muchas pláticas con Emilio por Internet y me dijo que me viniera. No me ayudaron con el pasaje, sólo tenía mil lempiras y llegué hasta Guatemala. Y de allí a puro ride [aventón] hasta Chiapas, donde agarré el tren. Me costó un mes llegar a Saltillo. Pero tenía una esperanza fija”.
En Querétaro le envío un mensaje a Emilio, quien le dijo que andaba en Toronto, Canadá: Le pregunté si me podía ayudar a llegar a Saltillo porque había sufrido mucho en el camino aguantando hambre. Andaba todo quemado por el sol con los labios reventados. Le dije: no traigo ni un peso. Él me respondió que no me podía apoyar, que le echara ganas hasta Saltillo.
En septiembre de 2009 empezó a trabajar. Emilio Charvel Romo le ofreció trabajo haciendo remodelaciones en su casa. Laboraba 12 horas; de las 6 a las 18 horas. El sueldo era el mismo: 400 pesos a la semana. No le daba comida ni ningún beneficio. El día de paga su patrón tenía que darle los 400 pesos acordados, pero sólo le dio 250 pesos, argumentando que no tenía más. Para colmo, le señaló que no volviera a trabajar hasta después de 15 días. Cuando sucedió el crimen tenía tres días pintando la casa.
Reyes estaba pintando cuando vio dos sombras pasar por el pasillo: Cuando volteo atrás veo un hombre un poco más alto que yo, que venía sobre mí, con un cuchillo en la mano. Trato de reaccionar y le quito el cuchillo. Él me dio una patada y me cortó la mano.
Muestra la cicatriz donde perdió la movilidad de tres dedos: El hombre me siguió agrediendo, tirándome cuchilladas y me rajó un dedo de la otra mano. Forcejeando con él, lo tiré a la escalera. Fue cuando me di cuenta que había otro hombre en la cocina con la sirvienta quebrando trastos y forcejeando con ella.
Reyes vio perfectamente el rostro de los dos asesinos, recuerda cómo iban vestidos. El que atacaba a la sirvienta vestía camisa blanca y pantalón de mezclilla y el que lo atacaba a él, camisa gris y pantalón de mezclilla: Los recuerdo muy bien, no olvido su imagen porque traían la cara descubierta.
La patrona trabajaba en su oficina donde tramitaba visas para Canadá: “Ella abrió la puerta de su oficina y sale en mi defensa. Le dio una patada al hombre y me lo logró quitar de encima. Éste la miró y ella le dijo: ‘Si quieres robar, llévate lo que quieras, pero no nos hagas daño’. Me quedé paralizado, pegado a la pared asustado y traumado. El hombre se levantó y se fue sobre ella, la agarró del cabello y vi claramente cuando le dio las primeras tres o cuatro puñaladas. La patrona se quería soltar, pero él la tenía bien agarrada del cuello”.
El siguiente movimiento de Reyes fue intentar salvar la vida. Corrió hacia la calle, pero el portón tenía candado: Abrí; quedé pegado en el portón y empecé a gritar que me ayudaran. Incluso en el juicio vinieron a declarar testigos que me vieron pidiendo auxilio. Yo gritaba que había dos hombres que nos querían matar.
Al final los policías lo acusaron de haberla asesinado para robar dos computadoras portátiles: Es tan absurdo, dice.
El tormento
Dos socorristas de la Cruz Roja lo llevaron en una ambulancia al hospital universitario. Estaba en una cama cuando entraron unos agentes ministeriales: “Se metieron unos cuatro o cinco policías. Me dijeron: ‘Mira, hijo de tu pinche madre, tu fuiste, tu la mataste. Y vas a pagar’. Yo les dije: ‘No, señor, no fui yo’. Y otro insistió: ‘Cómo que no, hijo de tu chingada madre, tú fuiste. ¡Confiesa!’”
Reyes gritó debido a los golpes y las enfermeras lo defendieron; de nada sirvió, los policías recibieron refuerzos y lo sacaron del hospital: Eran unos 15. Entre todos me levantaron y caí; me levantaron y me llevaban hacia la puerta, pero llegaron varios médicos a intentar impedirlo. De nada sirvió: me sacaron arrastrando como un perro.
Lo esposaron; iba herido, ensangrentado y durante el camino los ministeriales lo amenazaban para que aceptara que cometió el crimen: “No aguantaba el dolor y dentro de la camioneta me empezaron a golpear: ‘¡Ahorita vas a aceptar, cabrón! Aquí no estás en tu país. Pinche hondureño. Viniste a matar mujeres, cabrón. Y no sabes con quiénes te metiste’”.
Durante tres horas lo atormentaron. Nunca le ofrecieron un abogado, ni le permitieron hablar a la embajada de Honduras, ni le dejaron hacer la llamada a la que tiene derecho. Lo desnudaron y lo fotografiaron. Arrinconado en el suelo, desnudo, llegaron más policías y traían palos. Me empezaron a dar duro en las costillas, en las nalgas, en las piernas; con las cachas de las pistolas me pegaban en la cabeza. Luego lo llevaron a la oficina del coordinador de homicidios, Everardo Rosales: “Entraron todos conmigo y me hincaron ante él. Uno dijo: ‘Dile al comandante que tú la mataste’. ‘No, señor, yo no fui’”.
Continuaron pegándole hasta que intentaron asfixiarlo con una bolsa: Este puto no quiere hablar, dijo uno y mandaron traer una agua con gas “que me echaban en los ojos. Luego otro gritó: ‘Tráete a los de robos porque le vamos a pegar una buena madriza a este puto hasta que acepte’. El jefe gritó: ‘Pónganle la bolsa y madreenlo’. Luego me dijo: ‘Sólo te la vamos a quitar cuando me hagas una seña con las manos de que estás aceptando que tú fuiste. Y si no, allí vas a quedar’. Me pusieron la bolsa. Otros me agarraron los brazos y las piernas, y los demás me golpeaban, me pegaban en mis partes; me humillaron de muchas maneras. Me estaba ahogando. Uno me dijo: ‘Tenemos la dirección de tu casa. Vamos a traer a tu familia y le vamos a hacer lo mismo a tu esposa. La vamos a matar’. Volteé, vi al señor que traía la grabadora y le dije: ‘Yo fui’”.
Apelación, ante el proceso legal viciado
Para Javier Martínez Hernández, abogado de Reyes Ardón, el proceso legal está viciado y muestra completo desconocimiento de las reformas legislativas y del derecho humano internacional: Estamos argumentando la ausencia del juez durante el proceso, los testigos que acreditan la tortura, que no los estudió. Queremos que se le haga un debido proceso y le hagan valer las pruebas a su favor.
La condena de 44 años está en apelación; la defensa promoverá un amparo. Si no hay resultados favorables, agotarán todos los recursos: Creo que él es inocente, particularmente por la forma en que actuó el Ministerio Público. El caso está lleno de irregularidades. Es un ejemplo clásico del mal sistema de justicia, y hay miles.
A Ardón lo visita su madre, María Paz Alfaro Alfaro, quien ha venido de Honduras para estar cerca de él y darle ánimo. Cuenta su historia de niño y muestra sus fotos con orgullo: Nunca hemos pasado un problema de estos. Él es inocente. Aquí me quedo hasta que miremos cómo le ayudamos. No tengo valor de irme y dejarlo solo.



domingo, 4 de septiembre de 2011

Los desaparecidos de Felipe Calderón

Es un drama que crece y se extiende por diferentes áreas del territorio nacional
Hay ya miles en desaparición forzada; autoridades entregan cualquier cuerpo, acusan familiares
Unos por temor no presentan denuncia; otros sí, pero sienten que funcionarios encargados no hacen nada

Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 4 de septiembre de 2011, p. 8
No están muertos. Tampoco están aquí. Son desaparecidos y son miles: Se los suplicamos, regrésenlos por favor. ¡Ayúdennos!, dice con voz desgarrada Enedelia Velázquez. Silencio absoluto. Llora y no puede hablar. Se repone y continúa: Acaban con toda la familia. Es un dolor tan grande. Es horrible esperar que pase el día, esperar que pase la noche; luego otro día, día tras día para ver si vuelve; vivimos una espera horrible, una agonía.
A su lado, María de Lourdes Huerta Tarrega lee una pequeña carta a Kristian Karim Flores: Hijo, donde te encuentres, sé que estás en contra de tu voluntad. Doce días después de que desapareciste nació tu hijo. Está bien. Tu madre, tu esposa, tus hermanos, no nos damos por vencidos. Sé que te vamos a encontrar. Te amo.
La siguiente es Martha Herrera Contreras. Abraza a un niño de 10 años con gorra de beisbol que porta una foto y llora. Empieza a hablar con voz entrecortada por la emoción. “A mi hijo Ramiro González Herrera, de 38 años, se lo llevaron el 19 de mayo de 2010. Estamos sufriendo todos por él. Sus hijos –aquí traigo a uno de ellos– ya no soportan la soledad. Ya no sabemos qué hacer. Pusimos denuncia y las autoridades no han hecho nada. Nos sentimos desamparados. Ayúdenme a encontrarlo”.
La procesión continúa, es interminable. Mi hijo se llama Ernesto Efraín Vidal Flores, tiene 30 años. El que habla es don Ernesto Vidal Negrete, de 76 años, sin poder contener las lágrimas. La voz se le apaga, sólo surgen los sollozos. No puede seguir. Una pausa. Los demás esperan. Se les inundan los ojos. Quiere continuar: Tiene cuatro meses desaparecido. Se lo llevaron cuando comía en un puesto de tacos... El llanto lo invade con fuerza. La vergüenza también. Se cubre la cara con sus manos. Silencio. El que sigue. Otra historia, 10 más, 20, 40, 90 en Nuevo León, 200 en Coahuila, 500 en Tamaulipas, 5 mil en este sexenio. Y cada día más...
Fatal error
Al celebrarse el Día Internacional del Detenido Desaparecido se hicieron manifestaciones por todo el país denunciando los cientos de casos registrados durante la guerra de Felipe Calderón, la falta de investigación judicial, el nulo interés del Estado por atender a los familiares de las víctimas, y la impunidad. Cientos de desapariciones forzadas son perpetradas por el Ejército, la Marina, la Policía Federal y las policías estatales y municipales. También los cárteles de la droga han secuestrado a miles.
                      Gerardo Peña Esparza en la foto, desaparecido el pasado mes de enero. Foto: Sanjuana Martínez
Mira, hijo de tu pinche madre: si no quieres a tu hijo en pedacitos, quiero que juntes 100 mil pesos. La voz de un hombre por el celular sonó aterradora para Gerardo Peña. Su hijo Gerardo Peña Esparza fue a una fiesta el pasado 29 de enero y no llegó a dormir. El teléfono sonó a las tres de la mañana y era obvio que se trataba de un secuestro. De pronto, la siguiente voz fue definitiva. Era su hijo: “Me tienen Los Zetas. Créeles por favor. Dales lo que te piden”.
En una segunda llamada, el padre que es obrero y vive en Apodaca, Nuevo León, les explicó que no tenía dinero. Ellos accedieron a que sólo les entregara 50 mil pesos. Su hijo no estaba solo, fue secuestrado con otros cuatro amigos. A la una de la tarde le volvieron a llamar. No había logrado conseguir el dinero. El sujeto le dijo en tono de mando: Vende el carro. Para las 11 de la noche, Gerardo ya estaba listo para entregar el rescate afuera de un Banorte en la Clínica Seis del IMSS ubicada en San Nicolás de los Garza. Allí se dio cuenta que había otras personas llevando dinero: “Eramos varios los que teníamos hijos secuestrados esa noche. Los batos llegaron y se fueron con toda tranquilidad”.
Volvió a su casa. Le habían dicho que al terminar de contar el dinero, le entregarían a su hijo. No fue así: Desde entonces no hemos parado. Fuimos a la Ministerial, también a la policía de Apodaca, a la procuraduría. Nos hicimos el ADN. Y finalmente nos llevamos una sorpresa.
A Gerardo le avisaron meses después que su hijo fue encontrado quemado junto a otros cuerpos en una brecha del municipio de Escobedo el 30 de enero:No es él. No coincide la estatura. Están entregando cuerpos a diestra y siniestra. Alma Delia Esparza, la madre, interviene: Por qué hasta ahorita nos quieren dar ese cuerpo. No creemos que sea él. Quisimos hacerle una prueba de ADN privada y no quisieron. ¿Por qué? Simplemente quieren cerrar el caso para que no sigamos reclamando a nuestros hijos. Nos enteramos que el año pasado en Guadalupe entregaron un cuerpo y al año siguiente apareció la muchacha viva. Ahora la pobre no puede encontrar trabajo porque técnicamente está muerta.
Gerardo y Alma Delia están decididos a seguirlo buscando. Se han vuelto a hacer las pruebas de ADN: Mi esposa lo vio pasar en un coche bien despacito por la casa. Otro amigo me dijo que lo vio en Escobedo. Está vivo.
Son miles
Es él, muestra la foto de Ernesto Efraín Vidal Flores, su hijo. La lleva al pecho y en el cuello trae sus credenciales. Fue a una fiesta a una quinta en la Carretera Nacional y de regreso en la noche pararon a comer en un puesto de tacos ubicado por la estación del metro de la colonia Mitras: Se llevaron a él y a sus dos amigos. Al dueño de la quinta, no. Qué casualidad, dice don Ernesto Vidal Negrete.
Don Efraín Vidal Negrete con la foto de su hijo Ernesto Efraín desaparecido. Foto: Sanjuana Martínez
u hijo tiene 30 años y estaba terminando la carrera de criminología: Todos los vecinos pueden dar fe de él. Es muy bueno. Tenemos mucha fe en Dios. Hacemos mucha oración. ¿Qué más? Les pido que me lo devuelvan. Yo lo siento vivo.
Antes de cumplir la edad de jubilación, don Ernesto fue despedido por el patrón sin un centavo. Y sin recursos y con la convicción de ayudar a otros, acompañó a amigos en el dolor de la desaparición de sus hijos, algo cada vez más común: Lloré mucho por hijos ajenos, pero jamás me imaginé que iba a sufrir esto en carne propia. Sufrí por otros, ahora sufro por el mío. A cualquiera nos puede pasar. Mi hijo está clavado en el pensamiento. No tenemos paz.
A su lado, María del Carmen Luna Mata, de 76 años, lo interrumpe: “El mío se llama Jorge Andrés Pereira. Desapareció el 27 de septiembre del año pasado. Bien trabajador. Nunca se paraba en una esquina. Dicen que fueron Los Zetas”.Necesita hablar, contar su historia. Lo sacaron de su casa en la colonia Constituyentes. Unos hombres se lo llevaron en un carro. Nunca pidieron rescate. Trabajaba de mesero en varios restaurantes: Él me cuidaba. Me sostenía. Cada vez que me veía me daba 100, 200 pesos. Soy viuda.
Doña María del Carmen Luna, con la foto de su hijo Jorge Andrés Pereira. Foto: Sanjuana Martínez
Un niño juguetea alrededor, es nieto de Martha Herrera Contreras. Su hijo, Ramiro González Herrera, de 38 años, desapareció el 19 de mayo de 2010. Era taxista. Ese día lo sacaron del coche y se lo llevaron. Dejó su cartera y toda su documentación: Pusimos la denuncia, pero nunca investigaron. Lo mismo que sabemos nosotros, saben ellos, nada. Siento mucha impotencia, mucha desesperación porque no podemos hacer nada. ¿Dónde más buscamos? Estamos en las manos de las autoridades.
Ramiro González Herrera, desaparecido. Lo espera su familia. Foto: Sanjuana Martínez
Todos llevan el mismo peregrinar: delegaciones de policías, agencias del Ministerio Público, anfiteatros... “Vamos a todas partes, donde haya muertos,narcofosas. Andamos de estado en estado y no hay quién nos ayude. Fuimos a la capital y nada”, dice Martha Herrera Contreras.
El trabajo de taxista se ha convertido en algo peligroso. Decenas de trabajadores del volante han sido denunciados como desaparecidos. El llamado “halconeo” ha estigmatizado su labor. Desde el 4 de enero, Adalberto Luna Montoya desapareció. Era taxista en Huinalá: Trabajaba en una base de taxis piratas en el panteón. La CROC le iba a arreglar sus placas. Encontramos su carro a los cuatro días de desaparecido. Por miedo no interpusimos denuncia, dice Brenda Ruth Vanegas Martínez.
Foto de Adalberto Luna Montoya, trabajaba como taxista en Huinala. Foto: Sanjuana Martínez
Hace unos meses, el Infonavit empezó a exigir las mensualidades de la casa de interés social y finalmente interpuso una denuncia: “No hacen nada. Y seguimos esperando. Las granaderas de Apodaca los paraban y ya no los dejaban pasar. Los policías les decían que ellos eran zetas y que controlaban todo, incluso les prohibían trabajar. Tal vez como era pirata se lo llevaron. Apenas sacaba 300 pesos diarios”.
La hermana de Adalberto, Martha Yolanda, no para de llorar. Explica que su madre está deshecha, porque es el segundo hijo desaparecido; el primero, desde hace cuatro años. A Brenda la incertidumbre del futuro no le permite volver a su vida cotidiana. Llora también: “No sé qué hacer. Ya no sé qué decirles a mis niños. Mi hijo de nueve años se me descontrola. Se echa a la calle, corre y grita: ‘Yo me quiero perder como mi papá’”.